martes, 19 de julio de 2011

Caminos Separados Cap 17

Capítulo 17

La Historia de Edward


Esme me dejó en la habitación y no sabía que pensar, su historia cambiaba mucho las cosas, sólo sabía que debía hablar con él, necesitaba saber todo lo que había pasado directamente de sus labios. Salí de la biblioteca y fui hasta la habitación redonda donde estaba Aro, Cayo y Marco sentados tranquilamente en sus tronos, como de costumbre.


- Maestros - dije realizando una breve reverencia.

- Isabella- dijo Aro encantado de verme.

- Creí haberte oído decir ayer, que irías a traer el próximo tour con Heidi, sin embargo, no volviste con ella para cenar- dijo Cayo en tono acusatorio.

- Espero me disculpen, pero no tenía sed- dije.

- Por supuesto, no hay problema- dijo despreocupadamente Aro- Lo que es una lástima es que no te hayas podido quedar a charlar con mi querido amigo Carlisle y su familia, Edward parecía muy interesado en ti- agregó con una mirada significativa.

- Precisamente, venía a preguntarle dónde se encuentra, necesito hablar con él- dije notando cómo la cara de Aro se iluminaba de alegría.

- Está en la habitación del piano del primer piso- dijo. Por supuesto, dónde más habría estado Edward.


Bajé hasta la primera planta y fui hasta la habitación que Aro me había indicado. Pude escuchar la melancólica melodía que salía de la habitación mucho antes de llegar. Abrí la puerta con cuidado y me quedé un momento viéndolo tocar, era algo que siempre me había fascinado.


-Edward- dije luego de un par de minutos, no había dado señales de haber notado mi presencia.


La música se interrumpió instantáneamente y él se giró para verme, tenía una expresión tan triste que supe que, de haber podido, habría estado llorando.


- Bella -dijo con la voz cargada de dolor.

- Yo…estuve hablando con Esme- dije sin saber cómo empezar.

- ¿Esme habló contigo? ¿Y sobre qué?- preguntó confuso.

- Ella te quiere mucho – dije al fin.

- Ha sido como una madre para mí- comentó y su expresión se entristeció aun más, deduje que estaba recordando a su verdadera madre. Aunque hubiera cambiado, aun podía leer las expresiones de su rostro como hacía tantos años atrás.

- ¿Por qué no me dijiste que fuiste a buscarme?- pregunté entonces yendo al grano.

- Porque no logré encontrarte, así que no creí que eso contaba- dijo algo molesto con sigo mismo.

- Si quieres que pueda entenderte, deberías contarme toda la historia -dije y me senté en uno de los sillones. Él se acercó lentamente mirándome cuidadosamente, había algo en su mirada de frustración que no logré entender. Se sentó junto a mí en el sillón y comenzó.


- Conocí a Carlisle en el hospital de Kansas, creo haberte hablado de él en alguna carta. Él es realmente grandioso, una persona increíblemente bondadosa, ha luchado contra su naturaleza con todas sus fuerzas para lograr hacer lo que le gusta y poder ayudar a las personas. Me hice muy cercano a él, creo que vio en mí al hijo que nunca tuvo y yo vi en él, a pesar de su corta edad, al padre que no conocí. Me cuidó cuando me contagié de la gripe y trató por todos los medios de salvarme, pero ya no había nada por hacer. Me había tomado mucho cariño, llevaba mucho tiempo sólo como vampiro, por eso fue que cuando estaba a punto de morir, tomó la decisión de convertirme para así “salvarme” de mi muerte.

Trató de enseñarme su modo de vida, pero no era fácil luchar contra el instinto. Me frustraba no poder volver a mi antigua vida, cuál era el punto de vivir eternamente si no podía estar contigo, no tenía sentido alguno, pero me esforcé mucho en los hábitos alimenticios que él me estaba enseñando. Tenía la esperanza de que, si lograba controlarme lo suficiente, talvez podría volver a verte alguna vez, pero el tiempo pasaba y cada día me angustiaba más que estuvieras sufriendo por mi culpa.

Carlisle me enseñó a controlarme para que no atacara a las personas, pero aun así me dijo que ni con todo el control del mundo podría acercarme a ti, estaba prohibido, por el reglamento del anonimato, y por el hecho de que aun me faltaban años de práctica para lograr el completo control de mi sed. Entonces no aguanté más, me harté y me fui a Chicago a buscarte, a pesar de que sabía que le causaría mucho dolor a él y a Esme, que había llegado hacía muy poco pero aun así me tenía un enorme cariño. Pero cuando llegué a Chicago, me enteré de que te habías ido.


- ¿Cómo te enteraste? ¿Hablaste con alguien?- pregunté.

- No, yo…mm puedo leer los pensamientos- dijo mirando el piso sin saber cómo yo reaccionaría, y eso me dejó en shock.

- ¿Puedes leer los pensamientos como Aro?

- No igual que él, yo solamente puedo saber lo que la gente está pensando en el momento, pero no necesito tocar a las personas para hacerlo.

- ¿Puedes saber lo que estoy pensado ahora?

- No, y no entiendo por qué, es muy extraño, jamás me había pasado antes. No entiendo qué pasa, pero es muy frustrante no saber lo que estás pensando en este momento, no saber lo que estás sintiendo.

- Ah – dije aliviada pero algo molesta.


Nuevamente era la única rara excepción para los dones de alguien, al igual que con Aro. Nada funcionaba bien en mí y como aun no lograba entender el funcionamiento de mi supuesto don, yo simplemente me sentía averiada. No era que quisiera que me quitaran esa privacidad, pero me sentía muy extraña de ser esa única excepción, yo y mi inútil escudo mental.


- ¿Qué hiciste luego de no encontrarme en Chicago?- pregunté evitando su comentario sobre mis sentimientos, no era algo en lo quisiera pensar ahora.

- Intenté rastrearte, pero se me da pésimo. Al no poder localizarte yo enloquecí. Por un tiempo olvidé quién era y me dejé manipular por mis instintos, me convertí en un monstruo Bella – me miró avergonzado- Y cuando me di cuenta de ello, comprendí que no podía acercarme a ti, fui consiente de lo peligroso que podía llegar a ser. Entonces me odié a mi mismo por la clase de aberración que era, no quería seguir siéndolo, así que me aferré a la única oportunidad que tenía de ser algo menos repulsivo. Volví con Carlisle y Esme. Era algo muy doloroso ver día a día como se amaban profundamente y saber que yo no podría volver a estar con la única persona que amaba. A veces anhelaba poder morir, al menos sería una buena razón para estar separados. Pero saber que estabas por allí en algún lugar y que no podía estar contigo era tan doloroso me sentía como muerto en vida.


Nuevamente tuve la extraña sensación de que alguien más estuviera contando mi historia. Tuve que apartar la mirada, pero antes de hacerlo, pude ver al Edward de mi antigua vida y eso me perturbó.


- No tenía cómo saber lo que te había pasado, creía que estabas perfectamente segura en algún lugar, no imagino qué circunstancias te llevaron convertirte en lo que eres ahora, pero de haberlo sabido, habría venido a buscarte hace años atrás. Lo único que me separaba de ti era el peligro que significaba mi nueva condición.

No ha habido un solo día en que no haya pensado en ti y en todo el daño que te causé, no sabes cómo me ha mortificado saber que soy el causante de todo el dolor que sufriste, me odio por haber causado tanto dolor, a ti, a mi madre…Es perfectamente comprensible que me odies más que a nada en el mundo por lo que te hice pasar, estas en todo tu derecho. Solo necesitaba que supieras, que en todo este tiempo no he dejado de amarte, y probablemente te siga amando, aun si tu ya no lo haces, por el resto de la eternidad.


Me quedé helada ante esa confesión, lo miré a los ojos nuevamente y allí estaba, mi Edward, al que yo recordaba, el que me amaba incondicionalmente.

Él llevó su mano hasta mi mejilla, su tacto me dio una corriente eléctrica que me recorrió por completo, la acarició tiernamente, evaluando mi reacción, yo no me moví, estaba congelada ante su contacto. Entonces bajó su mano hasta mi cuello y se acerco lentamente, pude sentir su calido aliento y fue entonces cuando reaccioné.


- No, por favor, no lo hagas- dije apenas en un susurro. El se detuvo a centímetros de mi boca.

- ¿Por qué? -inquirió. Su aliento acariciaba mi rostro, haciendo que la cabeza me diera vueltas.

- Porque cuando te vayas otra vez, ya va a ser suficientemente doloroso sin esto- aclaré. Retrocedió unos centímetros para examinar mi rostro.

- Ayer cuando te hablé estabas tan distante, necesito saber por qué. ¿Acaso ya es demasiado tarde? ¿Quizá te he hecho demasiado daño? Si tus sentimientos han cambiado, dímelo. Mis afectos y mis deseos no han cambiado, pero una sola palabra tuya bastara para silenciarme para siempre. Sin embargo, si tus sentimientos siguen siendo los mismos, debo decir que has embrujado mi cuerpo y mi alma y que te amo, te amo, te amo, jamás volveré a dejarte, ya nada podrá sepárame de ti.

Lo miré fijamente a los ojos antes de responder.

- Lo que siento por ti no cambiará nunca. Claro que te amo, jamás dejé de hacerlo- dije siendo completamente sincera.

- Eso es todo lo que necesitaba escuchar- dijo.


Entonces me besó. Sus labios eran mucho más suaves de lo que yo recordaba, su aliento aun más delicioso y el hecho de que ahora yo tenía una sensibilidad considerablemente mayor, lo hacía todo increíblemente mejor. Sentí que al fin podía respirar después de 15 años, al fin me sentía completa. Su boca se movía en sincronía con la mía, ansiosa. Su lengua recorría mi boca y me causaba sensaciones indescriptibles, todo era mucho más intenso que los besos que yo recordaba. No sabía si esto se debía a lo que éramos ahora o a que yo tenía una muy mala memoria sobre mis vivencias humanas.

Su mano bajó por mi espalda hasta mi cintura y me atrajo hacia él con fuerza, yo rodeé su cuello con mis brazos y acaricié sus cabellos como deseaba hacerlo desde el momento en que lo vi, tal vez con un poco más de brusquedad de la que debí, pero no dio señales de que le hubiera molestado. Se inclinó sobre mí en el sillón, podía sentir cada curva de su cuerpo junto al mío, separó sus labios de mi boca un par de segundos sólo para pronunciar mi nombre en un susurro antes de volver a besarme con aun más pasión que antes.


*Nota de la autora: en este capítulo hay citas de luna nueva (libro) y "orgullo y prejucio"

sábado, 16 de julio de 2011

Caminos Separados Cap 16


Capítulo 16
La Verdad

Caminé hasta el otro extremo del bosque, hasta el gran río que separa los valles de Cecira y de Era. Me dejé caer entre los arbustos que bordeaban el río ocultándome entre ellos y abracé fuertemente mis rodillas.
Aun trataba de ordenar en mi cabeza los recientes hechos. Tantas veces había deseado volver a ver a Edward y jamás pensé que hacerlo me traería una desilusión tan grande. Había una gran y notable diferencia entre el Edward de mis recuerdos y el Edward que había tenido frente a mí hacía un par de minutos. Siempre le había atribuido mi felicidad a él, a su compañía y al eterno amor que me profesaba. Pero ahora sólo me traía dolor, un insoportable dolor y agonía.

Odiaba sentirme tan insignificante en su presencia, saber que mi corazón estaba en sus manos y que podía hacer con él lo que quisiera. Podía revivirme con una sola mirada o destruirme con una sola palabra. El amor concede a los demás el poder para destruirte. Eso era exactamente lo que Edward hacía, jugaba conmigo como si fuera su títere, me dejaba desecha, sola, muriendo y ahora volvía y pretendía hacer como si nada hubiera sucedido. No podía creer que después de todo lo que había pasado, me pidiera que me fuera con ellos como si tal cosa. Reponerme a su partida me había costado literalmente la vida.

Estiré mi pálido brazo hasta que mis delicados dedos tocaron el agua del río, que corría libremente por su cauce, deseando que me llevara con él. Deseaba desaparecer, fusionarme con el paisaje y dejar de existir. No sentir nada más. Por qué Edward tenía que aparecer justo ahora cuando estaba a punto de reponerme completamente.

El reencuentro con Edward, había abierto aquel cajón donde había escondido todo mi dolor, la agonía que había vivido en aquel periodo de mi vida que me empeñaba por olvidar, todos mis sentimientos reprimidos habían salido y me invadían por completo. Pero inevitablemente con ellos, también habían salido mis sentimientos por Edward. Era inútil negar que aun estaba total e irrevocablemente enamorada de él, vampiro o humano, jamás podría amar a nadie como lo amaba a él, incluso teniendo la eternidad por delante para intentarlo.

Cada parte de mi cuerpo reaccionaba a su presencia. Mis manos ardían por tocarlo de nuevo, por tenerlo entre mis brazos, mi boca se sentía completamente inútil si no estaba junto a la suya. Mis ojos jamás se cansarían de mirarlo y admirarlo, su belleza era incluso dolorosa a la vista, aunque yo hubiera mejorado en la transformación jamás podría compararme con él. Pero era alguien inalcanzable para mí, siempre lo había sido. Yo había desafiado al destino al creer que podía estar con un ángel tan maravilloso como él y el destino se había vengado por aquello. Ahora podía verlo con claridad, no se suponía que yo estuviera con alguien así y había recibido el castigo por mi atrevimiento. El jamás sería para mí. Era mejor que me resignara. Yo era una Vulturi, eso y nada más. Debía conformarme con lo que me había tocado y dejarlo ir.

De hecho, deseaba desesperadamente que se fuera, si realmente no podía tenerlo, ¿por qué prolongar más mi agonía? Necesitaba que se fuera aunque con él se fuera también mis ganas de existir. No me importaba si se llevaba los besos que me moría por darle, si con su ausencia mi universo se hacia pequeño e insignificante.
Sólo sabía que con su partida también se llevaría parte del dolor que él me provocaba y eso era suficiente para mí. Se llevaría consigo su voz, que me torturaba, su olor que me tentaba y su piel que me seducía.

Esperé que la noche transcurriera tranquila a mí alrededor, aprecié cómo el cielo cambiaba constantemente de color, mientras yo permanecía congelada en el tiempo. Cuando la húmeda mañana dio señales de comenzar, me levanté y regresé al castillo.
Las calles estaban vacías y una neblina cubría parcialmente la ciudad. El castillo estaba tan silencioso como siempre, en el segundo piso escuche como Heidi se acercaba.

- Te perdiste la cena anoche- dijo con tono casual- te habría guardado alguno, pero estaban irresistibles- agregó y se rió con un sonido como campanitas.
Yo ni siquiera levanté la mirada del suelo. Pero ella lo ignoró.
- Por cierto, te esperan en la biblioteca- dijo y retomó su camino.

Fui hasta una gran habitación ubicada en el tercer piso, donde las paredes, de unos cuatro metros de alto, estaban cubiertas completamente por repisas llenas de libros, tenía varias escaleras que llegaban hasta pequeños balcones que permitían tener acceso a lo más alto de los estantes.
Sentada en uno de los muchos sillones que amueblaban la habitación, mirándome con unos ojos de topacio estaba la esposa de Carlisle. Tenía el cabello color caramelo con unas finas ondas que le llegaban un poco mas debajo de los hombros, su cara en forma de corazón era increíblemente calida.

- Por qué no te sientas Isabella- dijo con una voz muy dulce. Me acerqué y me senté frente a ella.
- ¿Puedo llamarte Bella?- preguntó, la mención de mi antiguo nombre me trajo una ola de recuerdos y un sentimiento de familiaridad.
- Por supuesto- contesté.
- Sabes Bella, yo no se por todo lo que has pasado, pero creo poder comprenderte más de lo que tú crees en cuanto al dolor de la perdida que pasaste- me miró con cuidado evaluando mi rostro para luego continuar- Cuando yo era humana lo que más deseaba era tener un hijo, tuve bastantes problemas para quedar embarazada, pero finalmente lo logré- dijo con una triste sonrisa en el rostro- fue un embarazo muy difícil pero luché mucho por salir adelante con mi bebe, él era lo que yo más amaba en el mundo, era lo que me impulsaba a seguir con la vida que me toco vivir. Finalmente llegó el día de su nacimiento, había estado nueve meses esperando conocer a esa pequeña personita que había compartido conmigo tanto tiempo, a ese pequeño pedacito de mí que había sentido en mi interior tantas veces y con quién había soñado casi cada noche- hablaba mirando al cielo y con un brillo en la mirada, pero luego hizo una pausa y su mirada se entristeció- pero el parto se complicó y mi hijo no logró sobrevivir.
- Lo siento mucho- dije apenada por la historia. Ella me sonrió con nostalgia.

- El dolor fue insoportable- dijo y yo tuve que apartar la mirada recordando mi propio dolor- no podía seguir viviendo si no lo tenía a mi lado...Sé lo que se siente perder a la razón de tu existencia Bella. Cuando Carlisle me convirtió, Edward pasó a ser como mi hijo, sé que no lo es y realmente lamento que no pueda estar con su verdadera madre. Pero lo quiero como si fuera uno.

Hizo una pequeña pausa antes de continuar con su relato.
- Desde el principio fui consiente de cómo Edward sufría día a día por su condición, su dolor nos afectaba a Carlisle y a mi de sobremanera. Sé que desde el día en que despertó, lo único que él deseaba era ir a verte, pero Carlisle le explicó que era extremadamente peligroso que se acercara a ti, que podías resultar muerta si él no lograba controlar los impulsos de neófito que lo invadían en ese momento. Cuando me convirtieron, él recién estaba iniciándose en su nueva alimentación y él era consiente de que tu vida corría peligro si es que él se acercaba, eso lo tenía vuelto loco, se aborrecía a sí mismo, odiaba lo que era y jamás se habría perdonado que algo te ocurriera por su culpa. Pero al mismo tiempo, podía ver como sufría con el sólo hecho de saber que tú y su madre estaban sufriendo. Era conciente de que ni con el mayor control del mundo podría volver a acercarte a ti, eso estaba completamente prohibido, él ya no era el de antes, ya no podría estar contigo aunque quisiera. Se sentía como muerto pero aun peor, porque sabía que en realidad no lo estaba y tenía que vivir con la consecuencia de su supuesta muerte Bella, eso lo torturaba cada minuto. Nosotros sufríamos al verlo tan mal, sobretodo porque nosotros nos teníamos el uno al otro y a pesar de que lo amábamos, sabíamos que para él era una tortura estar cada día y cada noche con nuestra compañía recordándole lo que él no tenía. Por eso no nos sorprendió cuando nos dijo que se marcharía. Lo que no significa que no nos haya dolido.

- ¿Se marchó? - pregunté inmediatamente y sentí que mi voz arruinó la atmósfera de la historia, estaba completamente absorta en su relato, era como si hubiera estado contando mi propia historia, y me intrigaba mucho que las cosas hubieran pasado de ese modo.
- Así es, según los que nos contó él, fue hasta Chicago a verte a pesar de todo.
- No, es imposible- dije de inmediato- el jamás fue - agregué tristemente.
- Si lo hizo, pero tú no estabas- me aclaró- volvió con nosotros luego de diez años- agregó y supe por su mirada que no me contaría que pasó durante esos diez años- estábamos muy felices de que hubiera vuelto, pero su tristeza seguía igual que el primer día. Carlisle encontró a Rosalie un día y la convirtió pensando que si Edward tenía una compañera podría ser tan feliz como lo éramos nosotros, él estaba muy preocupado por Edward y sólo trataba de ayudarlo- dijo.

El odio volvió a mí cuando ella nombró a Rosalie y cómo había sido convertida para Edward.
- No la odies- dijo al captar mi mirada, pero no había reproche en su voz, sino comprensión- ella pasó momentos muy difíciles y no es su culpa haber sido convertida con ese propósito. Carlisle tenía nobles intenciones, pero Rosalie jamás ha estado interesada en Edward y ella no era la persona que él quería a su lado- dijo dándome una significativa mirada- Bella, quiero que sepas que no estoy forzándote para que tomes una decisión, sé que no nos conocemos y reconozco que no conozco tanto a Edward como tu lo conoces, pero si hay algo sobre lo que sí sé, es sobre dolor y amor. Por eso puedo decirte con seguridad que Edward no ha dejado de amarte ni un solo día de su existencia.

*nota de la autora: en este capítulo hay citas de crepúsculo (libro)

martes, 12 de julio de 2011

Caminos Separados Cap 15

Capítulo 15

Revelaciones


Entré a conocer de quién tanto hablaba Aro, al ver la escena que había frente a mí, quedé paralizada por un par de segundos, incluso a mi cerebro de vampiro le costó trabajo entender lo que estaba sucediendo…Edward, mí Edward, a quién creía muerto hace ya 15 años, se encontraba frente a mí, vivo, o no muerto seria más preciso decir. Con una belleza incluso superior a la que recordaba. Sus ojos de un color ámbar que hacía juego con su cabello, ese cabello que tantas veces había acariciado, cuando estábamos juntos, cuando él me amaba, en vida. Y ahora, venía junto a una mujer perfecta, sin duda la mujer con la que siempre debería haber estado, en vez de pasarse el tiempo conmigo, con la torpe de Bella.


¿Pero cómo era esto posible? Él había muerto de gripe española, ¿cómo iba a estar de pie frente a mí? Tal vez de la misma forma en la que yo había terminado viviendo en este castillo alejada de mi familia y amigos, él era un vampiro también. Extrañas vueltas del destino, creía que jamás me reuniría con él ya que yo estaba atrapada en esta vida y él descansando en el cielo, pero resulto que él estaba en este limbo de mucho antes que yo.

Pero, por qué no había intentado contactarme, yo había ido con Jacob, pero Edward jamás volvió. Si no había muerto realmente, por qué no había cumplido su promesa, por qué me había dejado creer que había muerto. La respuesta estaba parada justo al lado de Edward, para qué querría volver, si tenía a aquella mujer con él.


- Debo decir que no podrías tener mejor gusto al escoger a tu compañera, siempre creí que te quedarías con Tanya, ya sabes, la chica que te pretende desde que te iniciaron, pero ahora veo por qué la rechazabas, estabas buscando algo de un nivel superior y te aplaudo- dijo Aro. Como si la imagen no fuera suficientemente mala, además debía dar otros detalles.

- ¿Bella....?- dijo Edward, oír su voz nuevamente fue un tortuoso placer.

Aro no lo dejó hablar y continuó como si no hubiera habido interrupciones.

- Esta es Isabella –dijo remarcando mi nombre- mí más reciente creación ¿no les parece adorable? Claro, no tanto como tu querida Rosalie, pero hay que admitir que tiene cierto encanto- dijo mirándome.


Sentí como mi muerto corazón se partía en mil pedazos, eso en mí estado no debería haberme dolido y aun así me dolió, casi más que cuando creí que él estaba muerto, ya que en realidad Edward no había dejado este planeta, simplemente había encontrado alguien mejor que yo, por eso no lo volví a ver, por eso jamás regresó.

Nunca tuvo sentido que él me hubiera escogido a mí de entre tantas mujer hermosas, ahora todo tenía sentido. Edward en su perfección había escogido a la mujer más perfecta para pasar el resto de la eternidad juntos.

Mientras yo lloraba su muerte, mientras yo me sentía agonizar por dentro, mientras yo deseaba morir en lugar de él, mientras mi corazón se desgarraba de dolor por no volver a estar con el amor de mi vida, con la razón de mí existir. Él me olvidaba fácilmente en los brazos de alguien cien veces mejor que yo.


Inconscientemente me llevé una mano a mi garganta donde descansaba la promesa de Edward, una vil farsa. Mis finos dedos se cerraron alrededor de ésta y la arranqué de mi cuello con el mínimo de esfuerzo. Agradecí que mis ojos no pudieran llorar, incluso pensé que si no fuera vampiro tampoco lo habría hecho en ese momento, ya había llorado lo suficiente por Edward y no creí que en mi cuerpo quedara alguna lágrima.


- Cómo es que… tu…Desde cuando…Yo….- Edward balbuceó, intentó aclarar en su mente lo que estaba ocurriendo, obviamente no contaba con encontrarme allí, seguramente esperaba no volver a verme. Esta vez fui yo quien lo interrumpió.

- Lamento mucho no poder quedarme señor Cullen, se que Aro, mi señor, quería que le conociera. Hace ya bastante tiempo que me hablaba muy bien de usted y su querida esposa, pero en este momento debo ir con Heidi a buscar el próximo tour. Con su permiso -hablé muy rápido aun para ser un vampiro.


Me dirigí únicamente a Carlisle, no fui capaz de mirar nuevamente a Edward, no me sentía lo suficientemente fuerte para soportar verlo junto a su novia y no matarla en el proceso. Luego le dirigí una mirada a Aro, quién con una sonrisa en la cara asintió en señal de permiso para retirarme. Realicé una reverencia y me giré para marcharme en ese momento.

Yo jamás ayudaba a Heidi con la caza, pero a Aro, por alguna razón, no le sorprendió mi extraña excusa y me permitió marcharme.


Salí corriendo de la gran sala circular, sentía que el aire me faltaba, aunque no lo necesitaba. Sentía que el corazón me dolía, a pesar de que hace 13 años que había dejado de latir. Sentí que el mundo acababa de detenerse, aunque para mí, la vida era eterna. No sabía qué hacer ni adonde ir, quería gritar y destrozar todo el edificio, sin embargo no fui capaz de moverme del otro lado de la puerta. Me quedé inmóvil con la espalda pegada a la ostentosa puerta de oro.

Entonces la puerta se abrió, dando paso a un magnifico Edward. Al vernos ambos nos quedamos paralizados.


- Bella yo…- dijo Edward con el dolor tatuado en la cara.


Pero no alcancé a oír lo que Edward iba a decir, porque en ese instante salí corriendo, corrí y corrí lo más rápido que pude. Salí del castillo y seguí corriendo entre la gente común y corriente, no me importó que me vieran, aunque dudé que lo hicieran, ya que iba a tal velocidad que ni siquiera verían pasar mi sombra.

Corrí entre callejones y pasadizos, por las calles de Volterra en dirección a los grandes bosques, me interné en ellos y no me detuve hasta que estuve en lo más espeso de estos, en donde ni siquiera llegaba la más mínima luz del día, pero sabía que Edward venía detrás y que me encontraría en poco tiempo.


- Bella- dijo él cuando me alcanzó.

- ¡Vete Edward! No desperdicies tu tiempo en mí - dije mordazmente.

- De que hablas, no sabes cuánto tiempo he deseado volver a verte – dijo, tenía un expresión muy perturbada.

- No mucho, supongo- contesté al instante y me giré para encararlo- Por qué no vuelves con Rosalie y te ahorras esta incomoda conversación, que ninguno de los dos quiere tener- dije mirándolo a los ojos. Aun no me acostumbraba a que me devolviera la mirada ese par de ojos color topacio en vez del par de esmeraldazas que recordaba.

- Bella, por favor necesito aclarar todo este malentendido.

- Qué mal entendido, esta todo bastante claro para mí, no necesito tus excusas- mentí, ya que estaba llena de preguntas que me obligaría a olvidar.

- Entiendo que estés molesta, pero si me dejaras explicarte…- dijo desesperado.

- ¿Molesta?- pregunté prácticamente gritando- ¡Me dejaste sola, te fuiste y prometiste que volverías y jamás lo hiciste!- exploté y le tiré el collar que tenía muy apretado en mi mano- ¡me dejaste creer que habías muerto!

- Bella, yo no tenía como saber lo que me pasaría, como no lo entiendes- dijo desesperado- más que nada en el mundo quería volver a tu lado, no planeaba enfermarme, no planeaba morir.

- Pues yo tampoco lo planeé, jamás quise esto. Pero es lo que me tocó, así que por qué no seguimos cada uno con su camino, ¿no te parece? Vete con Rosalie y el resto de tu extraña nueva familia. Te ves muy a gusto con ellos. Olvídate de que me viste, parecía que lo llevabas muy bien antes de saber que tendrías que lidiar conmigo otra vez.

- Bella, no sabes lo que dices. No tienes idea de cuánto he sufrido al estar separado de ti, pensando que jamás podría verte otra vez.

- Tú no sabes nada sobre el dolor. ¡Yo creí que estabas muerto! agonicé de dolor por años pensando en que realmente habías muerto, pero no era así. Podías haber vuelto, pero jamás lo hiciste, tú simplemente seguiste con tu vida, rehiciste tu vida, cosa que yo no pude. Me quedé estancada en el dolor y en tu recuerdo, no tienes ni la más mínima idea de lo duro que fue. Era desesperante saber que no existía ninguna mínima opción de que volviéramos a estar juntos por más que lo deseara con el alma. Pero en cambio, tú si tenías la opción, sabías perfectamente que existía una oportunidad porque seguías aquí. Pero tomaste tus propias decisiones. No me vengas a hablar de dolor, porque tú no tienes idea- dije gritando cada una de esas palabras que habían estado guardadas por tanto tiempo.

-Bella, no tenía otra opción, no podía acercarme a ti siendo lo que soy, era muy peligroso. Tú deberías entenderme al estar en la misma posición que yo ahora- dijo.

- ¿Muy peligroso? por favor, yo lo hice, me arriesgué y fui hasta donde Jacob porque me importaba lo suficiente. Podrías haberlo hecho si realmente hubieras querido.

- ¿Jacob? ¿Jacob quién?- preguntó algo confundido.

- Quien estuvo conmigo cuando tú no lo hiciste.

- ¿Hablas del hijo de Emily?- dijo y se quedo algo pensativo.

- Si, él mismo- dije- pero para qué te ibas a molestar, teniéndola a ella, por qué te habrías molestado en avisarme que en realidad no habías muerto- dije sintiendo la oleada de odio al recordarla.

- Bella, basta con eso, ¡nosotros no estamos juntos! – me recordó.

- Ya se que no estamos juntos Edward, no tienes que recordármelo- dije tratando de ignorar el dolor que sus palabras me causaban- pero por si lo has olvidado íbamos a casarnos. Creo que al menos por respeto podrías haberme dicho que ya no me amabas, antes de irte con ella. Para no haberte esperado como lo hice, aun cuando supe que habías “muerto”.

- No me refiero a ti y a mí.

- ¿Que?- dije sin comprender.

- Me refiero a Rosalie y a mi, nosotros no estamos juntos, jamás lo hemos estado.

Me quedé momentáneamente perpleja por la sorpresa.

- Pero Aro dijo…- dije despacio.

- El sólo lo hizo para molestarme.

- ¿A ti? pero como sabia él…

- Ya nos habíamos conocido antes, supo todo de mí en cuanto me tocó, probablemente te vio en mis pensamientos, ya que eras en lo único que pensaba- dijo- y en lo único que pienso aun - agregó.

- Entonces tú y Rosalie...

- Sólo somos amigos, o algo así, ella es un poco desagradable a veces- contestó restándole importancia.

- ah- fue lo único que pude decir.

- Bella, no lo entiendes, el destino me dio una nueva oportunidad para poder estar contigo, para poder cumplir la promesa que me fue imposible cumplir en vida- dijo con un brillo de esperanza en la mirada- jamás imaginé que nos reencontraríamos de esta manera, cuando me convirtieron pensé que estaba condenado a vivir eternamente pero con la tortura de no tenerte a mi lado. Pero ahora entiendo, me han dado una segunda oportunidad. ¡Ven con nosotros! -pidió finalmente dejándome perpleja.

- No Edward – contesté de inmediato, él me miró sorprendido- esto es ridículo, no voy a irme contigo para que tú dejes de sentirte culpable. Confórmate con Rosalie o esa tal Tanya. El destino nos separó hace bastante tiempo Edward, sigue con tu camino y yo voy a seguir con el mió, soy una Vulturi ahora.

Me miró un instante como si no pudiera creer lo que yo había dicho. Aproveché ese momento para irme. Sabía que esta vez no me seguiría. Yo ya había dicho mi última palabra.



jueves, 7 de julio de 2011

Caminos Separados Cap 14

Capítulo 14

El plan


(Aro’s POV)


Estaba increíblemente dichoso de tener, nuevamente frente a mí, a mi querido Carlisle. Había estado esperando su visita por años y al fin mi plan daría frutos.

Ya había conocido al nuevo “hijo” de Carlisle cuando este recién lo había transformado, en 1919, lo recordaba a la perfección…


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Me llamó enormemente la atención su peculiar poder de leer las mentes, ya que era un poder muy parecido al mío, pero en ciertos aspectos mucho más poderoso, lo que me hacía sentir celos. Él podía leer los pensamientos que tenían las personas en un momento determinado, pero su ventaja era que no dependía del contacto físico como yo. Me hacía querer tenerlo en mis filas, sería alguien muy útil, un complemento perfecto, pero él se negó desde un principio. Esto me molestó de sobremanera por supuesto, cualquier persona estaría complacida de formar parte de los Vulturi.


Aquella ocasión lo toqué para saber todo sobre su vida antes de ser convertido. Por mi mente fluyó un sinfín de imágenes de su historia, su familia, su infancia y más información irrelevante. Vi a una chica que aparecía constantemente en sus recuerdos, su cara tenía forma de corazón, cabellos y ojos color chocolate, sus ojos de una profundidad abrumadora, su piel clara y lisa se veía suave, me daban deseos de poder tocarla. Era impresionante lo mucho que esta chica figuraba en su mente. También noté que constantemente veía un collar, de plata fina con un colgante de corazón con una elegante “E” grabada encima.

Traté de sacarle información sobre quién lo traía tan perturbado, aunque intuí que tenía mucho que ver con la chica de sus pensamientos. Pero no logré sacar palabra alguna del joven, que me veía con la mirada ausente y una expresión de sufrimiento que estremecía. Parecía que no le importaba nada. Pero si era así, ¿por qué no se unía a mí? ¿Por qué no dejaba a Carlisle y su rebuscado estilo de vida para unirse a los más poderosos?


Hablé directamente con Carlisle, ya que, el tal Edward parecía no estar ahí.

- Carlisle, amigo mío- dije poniendo una mano en su hombro con fraternidad y guiándolo para que conversáramos en el otro extremo de la habitación- Realmente el chico se ve muy desorientado, sinceramente creo que sería lo mejor para él que lo dejaras un tiempo a mi cuidado personal, yo podría instruirlo bien. No quiero menospreciar tu trabajo, pero ambos sabemos que estoy mucho mejor preparado para entrenar a un neófito- dije con total confianza y tono cómplice.

- Aro, con todo el respeto que mereces, me veo en la obligación de rechazar tu propuesta- dijo Carlisle tan cordial como siempre, sin embargo, su cortesía no logró aplacar la contrariedad que me causó su renitencia- No me siento en la posición adecuada para obligar a Edward a quedarse con los Vulturi, como tampoco lo obligaría a quedarse conmigo. Quiero que Edward tome sus propias decisiones, si él se siente a gusto de seguirme por el camino del vegetarianismo, estaré feliz de acompañarlo. Si quiere seguir su propio camino solo, también lo apoyaré. Y si él ha rechazado tu ofrecimiento, no seré yo quien se lo imponga.


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La ira aun invadía mi cuerpo cuando recordaba aquella conversación, nadie se negaba a Aro, Edward pronto lo averiguaría.

Dos años después Carlisle volvió a visitarme, adoraba sus visitas por supuesto, no dejé que nuestra pequeña discrepancia interfiriera en nuestra amistad. Esta vez venía a presentarme a su nueva esposa, un encanto por supuesto. Esme, una madre frustrada, intentó suicidarse lanzándose de un acantilado luego de perder a su hijo, algo patético y exagerado en mi opinión, jamás entendí esa adoración que tienen las mujeres por los niños, solo hacen ruido. Carlisle la salvó de la muerte, muy típico de él, a veces me parecía demasiado pacifista para ser realmente un vampiro, pero había algo de él que me agradaba.


Lo que realmente me sorprendió esta vez, fue que Edward no venía con ellos, me bastó tocar una vez a Carlisle para enterarme de lo sucedido. Al parecer el muchacho había preferido partir solo hace un par de meses, lo que le había partido el corazón a su nueva madre postiza, obviamente a Carlisle también pero éste no lo hacía notar.

Esta situación me dio una esperanza, ya que significaba que Edward no se había adaptado al rebuscado modo de vida de Carlisle, no se había resignado a vivir sin sangre humana. Pero por otra parte, me enfureció notar que él había preferido esta solo antes que unirse a los Vulturi.


Fue por esto que, cuando tuve a Isabella en mi salón, no podía creer mi suerte. Obviamente no la reconocí al principio, nadie le prestaría demasiada atención a una chica común y corriente como ella, pero llamó mi atención la ausencia de imágenes de su vida cuando la toqué, segundos antes de acabar con su existencia. Fue entonces cuando reparé en su rostro y luego en aquel collar que tanto recordaba. Quién iba a pensar que la chica que le daba la razón de existencia a Edward, estaría en medio de mi salón a mi merced.

En ese instante se me ocurrió el brillante plan. Si no podía tener a Edward, al menos tendría lo que él más preciaba, además si instruía bien a la chica, ella no querría dejarme. Lo primordial era remarcarle dónde debía estar su lealtad.

Ya veremos que tan reacio será Edward, una vez que se entere que su preciada Isabella está conmigo. Si él la ama como sé bien que lo hace, no vacilará un segundo en unirse a mí, con tal de estar cerca de su añorada Bella.


Estaba absorto en mis recuerdos cuando la puerta del salón se abrió y por ella entró Demetri.

- Maestro, sus visitas han llegado- dijo y dio un paso hacia el lado.


Justo detrás venía Carlisle, tal como lo recordaba, aun me costaba acostumbrarme a verlo sin la capa gris, que le quedaba tan bien, y sin el collar que caracterizaba a cada uno de mis adorados súbditos.

Estaba frente a mí junto a su peculiar familia de “vegetarianos”, como se autodenominaban casi como un chiste al que yo no le encontraba gracia alguna. Me parecía simplemente un desperdicio de muy buen material.

Su esposa tan adorable como siempre, tal vez demasiado. Y el invitado que yo más esperaba, Edward. Había vuelto a reunirse a Carlisle como me habían dicho mis informantes.


Pero con él venía alguien más, alguien que yo no esperaba, una mujer. Una mujer cuya belleza no tenía limites. Me sorprendió que existieran más vampiros que pensaran del mismo modo extraño en que Carlisle lo hacía. Pero lo que realmente me preocupó fue que mi plan durante estos trece años, para atraerlo con Isabella como anzuelo, no hubiera servido para nada. Al parecer, la nueva adquisición de Carlisle era también la nueva adquisición de Edward. Me sentí enormemente frustrado. Si Edward tenía una nueva pareja, no le importaría si Isabella estaba o no conmigo.


Me acerqué con la excusa de saludarlos y con la secreta intención de averiguar qué es lo que sucedía. Primero a Carlisle.

- Mi querido amigo- dije tomando su mano- estaba esperando tu visita.


Mientras lo tocaba, mi mente se llenó de imágenes sobre la vida de Carlisle, desde lo más reciente hasta cosas del pasado que ya me sabía de memoria. Supe todo lo relacionado a la iniciación de la chica llamada Rosalíe, triste final…violación, una vez más el caritativo Carlisle al rescate. Como lo temía, él la convirtió para que fuera la pareja de Edward, para que él pudiera tener una relación como la de Esme y Carlisle.


Luego me acerqué a su esposa Esme.

- Esme, querida- dije tomando su mano y besando su dorso. Nada interesante que reportar.

- Tú debes ser Rosalie- dije ante su miraba de sorpresa. Tomé su mano y la besé al igual que lo hice con Esme.


Pude ver inmediatamente el tipo de relación que tenía con Edward. No se amaban, ni cerca, ella no se sentía ni más mínimamente atraída por él, pero aun así se sentía enormemente ofendida porque Edward no se sintiera atraído por ella, debido a lo obvio de su belleza. Chica orgullosa, carácter fuerte. Me agradó de inmediato, pero no tenía poder alguno. Lo que me llevó nuevamente a mi tan codiciado chico.


- Edward -dije mirándolo- me alegra verte nuevamente, no sabes lo preocupada que tenías a Esme- dije en tono de reproche, pero con una sonrisa cómplice en el rostro.


Me acerqué a él y lo toqué. Pude enterarme de todo lo que hizo en los diez años de su retiro del clan Cullen. Al parecer perdió el control de si mismo. Cazando, bebiendo sangre humana, dándoselas de justiciero, me causó gracia que bebiera sangre de quien creía que merecía morir, asesinos, estafadores, violadores y otro tipo de gentuza, una pobre excusa para no caer en remordimientos. Muy parecido a Carlisle, sin duda podría ser realmente su hijo. Sin embargo, dentro de él había una fiera, y lo había demostrado en su actos, aunque hubiera vuelto al pacifico clan de Carlisle seguía teniendo una naturaleza de depredador, era totalmente indicado para ser un Vulturi, eso me alegró.

Finalmente vi lo que había estado esperando, los recuerdos de Isabella aun rondaban por su cabeza, y seguían siendo tan intensos como hace quince años atrás. Maravilloso, perfecto incluso. Mi plan seguía bien encaminado. Sonreí para mí mismo. Pero mantuve alejado de mis pensamientos mi magnifico plan para no revelárselo a Edward.


- Veo que no te ha salido fácil adecuar a tu querido ”hijo” al extravagante modo de vida que llevas- dije dirigiéndome a Carlisle y supe que entendió perfectamente a lo que me refería- le pediría nuevamente que se uniera a mí, si no fuera porque yo ya tengo mi propia nueva adquisición- agregué con una sonrisa en el rostro.

- Esa es una gran noticia- dijo tan atento como siempre.

- Así es, y se muere por conocerte -dije- Querida, quieres venir por favor- llamé en un tono casual.

Sabía que Isabella andaba por aquí cerca. La oí abrir la puerta. Y continué.

- Este es mi querido amigo Carlisle, su adorable esposa Esme, junto a Rosalie y su pareja… Edward.



*nota de la autora: (POV--> point of view)

lunes, 4 de julio de 2011

Caminos Separados Cap 13

Capítulo 13

Los Vulturi


Habían pasado 13 años desde mi iniciación como vampiro. Estábamos en 1934 y mi vida había cambiado por completo desde aquel 21 de septiembre de 1921. Vivir con los Vulturis no tenía muchas complicaciones, la mayoría de los vampiros, que eran muchos mas de los que habría imaginado, nos temía, y eso hacía nuestro trabajo muchísimo más fácil.

Nuestra misión básicamente era reclutar a los vampiros que no hacían cumplir la ley, traerlos con Aro, Cayo y Marco para que ellos se encargaran del proporcionar la sentencia, que normalmente era la muerte. Demetri, tenía un don extremadamente exacto para localizar personas, él nos daba la ubicación para encontrarlos, Félix tenía una fuerza impresionante para ser vampiro.


Aro tenía el poder especial de saber todo lo que había en la mente de una persona al tener el más mínimo contacto físico con ésta. Él estaba convencido que yo tenía algún poder oculto, ya que yo era la única excepción a su don, es por esto que me había convertido, lo había descubierto cuando me tomó para morderme, esperando conocer mi vida entera, pero no vio absolutamente nada. El problema era que entre Aro, Cayo y Marco, mis maestros, aun no lograban descubrir cómo funcionaba mi supuesto poder, que ellos habían nombrado como “escudo mental”.

Marco tenía el poder de ver las relaciones interpersonales, y su intensidad, pero nunca había visto su poder en acción. Cayo no tenía ningún poder, pero tenía más de tres mil años y eso lo hacía bastante poderoso, aun así, siempre estaba molesto, tal vez debido a su falta de habilidades especiales.

Heidi se encargaba de reunir nuestro alimento, cada vez me costaba menos alimentarme, ya estaba acostumbrada a los gritos y el escándalo que se armaba cuando comenzábamos a beber la sangre, hasta me parecía gracioso que algunos trataran de defenderse con inútiles golpes y cuando algunos trataban de huir, solo hacían nuestra caza más interesante.

También estaban las esposas de Aro y Cayo, que no hacían mucho en realidad, no opinaban nada respecto a las sentencias, ni tenían algún papel activo como los miembros de la guardia, simplemente estaban para la satisfacción de ellos. Sus nombres eran Sulpica y Athendora respectivamente. Marco solía tener una esposa llamada Didyme, pero según supe, la mató luego de encontrarla con Cayo. Las esposas rara vez se dirigían a mí o a cualquier otra persona de la guarida, generalmente se paseaban por el castillo hablando entre ellas, cuando no estaban con sus esposos. Era fácil olvidar que ellas vivían en el castillo.


El primer año fue el más difícil. Adaptarme a mi nueva vida, más bien mi nueva realidad, me parecía casi imposible en ese momento. No tenía permitido salir al exterior, hasta que pudiera controlar mis impulsos de neófita, a pesar de que tenía bastante autocontrol. Tenía estrictamente prohibido volver a ver a algún familiar o conocido. Me sentía fatal por hacer creer a mis padres que estaba muerta, hacerlos sufrir de aquel modo era algo que nunca me perdonaría, pero no tenía otra opción. Pensaba en Jacob y en Leah, solos esperando por mí, preocupados por mi desaparición.

Pero ser la única excepción al poder de Aro fue de mucha utilidad en ese primer año. Aun no me adaptaba a las nuevas reglas y no siempre las cumplí. Un par de días después de mi conversión, huí del castillo y fui hasta el departamento.


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Era tarde, probablemente las nueve de la noche, las luces del departamento estaban encendidas. Caminé agachada fundiéndome con las sombras y la oscuridad, me acerqué a la ventana que tenía las cortinas abiertas y miré hacia el interior. Junto a la mesa de la cocina, sentado en una silla estaba Jacob, su cara estaba demacrada y no había una sola pizca de la alegría que lo caracterizaba, apoyada en su hombro estaba Leah llorando desconsoladamente, me sentí horriblemente mal por hacerlos sentir así, pero no sabía qué hacer al respecto, yo jamás había buscado lo que me pasó.

Aunque muchas veces había deseado la muerte, jamás pensé en cómo se sentirían los demás si yo muriera realmente y ahora lo estaba presenciando.

Nunca había deseado tanto estar viva y con la gente que me quería, había hecho lo mismo que Edward me había hecho a mí, le había prometido a mis padres que estaría bien en Italia, de hecho, les había prometido que estaría mejor que en Chicago, y simplemente había desaparecido para nunca volver. Les había partido el corazón.


Me quedé observando la desoladora imagen hasta que Leah se quedo dormida, vi como Jacob la llevaba hasta su cuarto y luego entraba en el suyo que estaba justo al lado. Rodeé el edificio hasta quedar en la ventana trasera que daba a un estrecho callejón. Entonces me invadió un impulso y antes de que lo hubiera pensado dos veces lo llamé. Jacob miró automáticamente a la ventana y yo me agaché para que no me viera. La ventana se abrió y me pegué aun más a la pared. No sabía cómo reaccionaría Jacob si me veía, tampoco sabía qué le diría, y algo mucho más importante, no sabía qué me haría mi amo si se enteraba que había roto una de las reglas más importantes, mantener el secreto de nuestra existencia.


- ¿Quién anda ahí?- preguntó algo preocupado Jacob.

Escuchar su voz me trajo una oleada de nostalgia y recuerdos de la vida a la que nunca podría volver. Y el impulso volvió, me paré pero me quedé oculta en las sombras.

Lo vi dar un salto hacia atrás por la sorpresa.

- ¿Quién es?- peguntó con una nota de pánico en la voz.

- Jacob- dije, aun sorprendiéndome de lo extraña y sedosa que mi voz sonaba ahora. Pude ver como sus ojos se abrían enormemente.

- ¿Bella?...- preguntó no muy convencido. Me sorprendió que no me dijera "señorita" como lo hacía normalmente.

- mm…si, soy yo- dije finalmente.

- ¡No es posible, eres tú, estás viva!- dijo comenzando a hiperventilar de felicidad.

- mm no exactamente, pero estoy bien- contesté.

- Pero ¿dónde ha estado todo este tiempo?- dijo volviendo a tratarme con propiedad.

- Está bien, puedes tutearme- dije.

- Creímos que estabas muerta- continuó - tus padres vienen en camino desde Chicago. Dimos aviso de tu desaparición.

- Jacob no puedo explicarlo, no me lo creerías aunque te lo dijera. Pero el asunto es que no puedo volver.

- ¿De qué estás hablando, por qué no puedes volver?- su voz sonaba angustiada. Me acerqué paulatinamente hasta donde llegaba la luz de su habitación. Lo vi mirarme perplejo cuando mi rostro quedo expuesto.

- ¿Qué fue lo que te pasó? - dijo quedándose helado un momento, como percibiendo el peligro que mi presencia significaba. Pero luego me tendió una mano para hacerme entrar por la ventana- ven esta helando afuera.


Le di la mano y él no reaccionó ante mi helado tacto, tal vez lo atribuyó al frio que hacía afuera. Entré en la habitación y nos quedamos mirando a un metro de distancia, él me examinaba completamente evaluando las notorias diferencias que yo tenía. Me observó directamente a los ojos, a mis nuevos ojos rojos, su rostro no pudo ocultar la sorpresa y el horror.


- ¿Qué fue lo que te pasó?- repitió la pregunta.

- Yo…ya no soy la de antes, pero no puedo explícatelo, no sabes cómo me gustaría poder contarte todo, pero no es posible- dije apesadumbrada, extrañaba nuestras largas conversaciones, donde no había nada que ocultar.

- Te ves diferente- dijo.

- Soy diferente ahora y es peligroso que esté cerca de ustedes, por eso no puedo volver- dije repentinamente notando el pulso de la vena yugular en el cuello de Jacob, pero aparté la mirada de inmediato, no podía perder el control con él, no me perdonaría jamás si lo lastimaba.

- No podrías hacerme daño- dijo acercándose más a mí, pero lo detuve poniendo mi mano en sus abdominales-prometí que te cuidaría, y planeo mantener mi promesa- protestó.

Yo ya estaba harta de las promesas imposibles de cumplir. Negué con la cabeza.

- No es posible Jacob, soy peligrosa, además debo estar con otras personas ahora- dije, Jacob me miraba de una manera extraña.

- Por qué no nos vamos de aquí…juntos, no tenemos por qué quedarnos- dijo mirando mis manos, y se acercó más para tomarlas entre las suyas, nuevamente no reaccionó ante mi frío tacto, como si supiera lo que yo era, pero no se espantara por ello.

- No es algo de lo que pueda huir Jacob- dije mirándolo- pero lo haría, huiría contigo, si pudiera.

- Odio lo que te hicieron- dijo girando y golpeando la pared con un puño- odio que nada pueda ser como antes, que no puedas volver con tu familia…conmigo.

- Lo sé es horrible- dije en un susurro- por eso necesito que tu le des un mensaje a mi familia- dije mirándolo a los ojos, tenía una expresión tan triste que quise abrazarlo y llorar con él.

- Qué quieres que les diga- preguntó luego de respirar profundamente varias veces calmándose.

- Debes decirles que yo estoy bien, pero que necesito estar sola, no quiero que piensen que morí. Tal vez así no sufran tanto, no podrán verme de nuevo, pero al menos sabrán que estoy bien en alguna parte. ¿Crees que eso esté bien?- pregunté al fin, dudando de si era lo mejor o no, últimamente tenía un poco confundidos los conceptos de bien y mal.

- No puedes irte así nada más, desaparecer…- dijo desesperado.

- Jacob por favor, sólo dime si puedes entregarles mi mensaje- dije y no pude ignorar la expresión de dolor en su rostro.

- Está bien, lo haré- dijo, aunque sabía que no estaba de acuerdo con mi decisión. Cuánto me habría gustado quedarme junto a él.

- ¿Crees que estén bien?- pregunté.

- Creo que podrán vivir con eso- dijo meditando.

- ¿Tu podrás?- pregunté mirándolo.

- ¿Debo conformarme con tu pobre explicación y suponer que las decisiones que estas tomando están correctas, dejarte ir y no volverte a ver?- preguntó mirándome con incredulidad. Yo asentí con pesar.

- No hay otra opción…no es algo que yo elegí, Jacob- respondí. Nos miramos a los ojos durante un tiempo, y habría deseado que ese momento durara por siempre, no quería irme.

- Ven aquí- dijo tirando de mi mano hacia él y atrapándome en un abrazo.

Me tomó por sorpresa, pensé que me invadiría el deseo de sangre, pero cuando sentí su aroma, lo abracé más fuerte y enterré la cara en su pecho con ganas de llorar, pero las lágrimas jamás llegaron a mis ojos. Con pesar me separé de sus fuertes brazos.

- Cuídate Jacob- dije mirando como sus ojos se llenaban de lágrimas- cuida a Leah, ella te necesita mucho.

- Claro que lo haré, descuida- dijo regalándome una de esas sonrisas que tanto lo caracterizaban, pero la alegría no le llegó a los ojos.

-Adiós Jacob- dije soltando sus manos y encaramándome en la ventana. Lo miré por última vez y le sonreí- tal vez algún día nos volvamos a ver, quién sabe...-Me lancé abajo con gracia y corrí tan rápido como pude, mezclándome con las sombras en dirección al castillo que ahora era mi hogar.

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En los trece años sólo había vuelto un par de veces más al departamento, primero para comprobar que éste estaba vacío nuevamente, justo como estaba antes de que yo llegara a él, y la segunda vez para ver a los nuevos dueños del departamento instalándose.

Me calmaba mucho saber que Jacob les había dado mi mensaje a mis padres. Ahora podía seguir con mi extrañan nueva vida sin tantos remordimientos. Mientras menos pensaba en ellos, más fácil era olvidar que antes había tenido una vida medianamente feliz, y así hundirme en esta extraña nueva existencia, este limbo entre la tierra y el infierno, encadenada a beber sangre humana para sobrevivir. Mientras menos pensaba en ellos más natural me parecía mi nueva naturaleza de vampiro. Lo único que me recordaba mis antiguos días felices, era el relicario que colgaba de mi cuello, junto al escudo Vulturi.


De esta manera había pasado los trece años que llevaba como una Vulturi, con mis maestros, quienes me habían enseñado todo lo que sabía sobre ser una vampiro.

Cada día, cuando Aro tenía tiempo, me hacía sentarme a sus pies y me contaba alguna anécdota de las que había tenido a lo largo de sus trescientos años. Sobre sus amigos y conocidos, sobre algunos de los que no tenía que fiarme, sobre experiencias que habían marcado la historia de los vampiros.

Las más apasionantes eran sobre las guerras de vampiros, las guerras civiles que ocurrieron en el sur, donde se formaban ejércitos para disputarse las tierras, unos vampiros codiciosos sin respeto por nuestro preciado secreto de anonimato. Los irresponsables vampiros que sólo pensaban en su beneficio personal, convertían a ciudades completas para enfrentarse a otros ejércitos y así tener el reinado de las ciudades que deseaban y poder alimentarse sin intervenciones, todas estas historias terminaban con la oportuna intervención de los Vulturis, quienes debían mantener estas situaciones fuera del conocimiento de los humanos.

Otra historia que me intrigaba mucho, era la que hablaba sobre los niños inmortales, cuando una ola de iniciaciones de pequeños niños había comenzado en todas las ciudades. Mujeres desesperadas por hijos convertían bebes, los niños más maravillosos ante los ojos de quien los viera, pero estos niños no tenían la madurez o la conciencia suficiente para mantener oculto el secreto de nuestra existencia.

Me parecían tan emocionantes todas la historias, que esperaba todo el día ansiosa porque Aro me contara otra, yo debía saber sobre todas estas situaciones que habían puesto en peligro nuestro secreto y que eran completamente inaceptables.

También disfrutaba de los relatos sobre sus conocidos, Aro realmente apreciaba a quienes lo respetaban, y hablaba de ellos con mucho orgullo de llamarlos amigos.


Ese día vendría uno de los amigos más cercanos de Aro, uno que tenía un peculiar estilo de vida. Podía notar la molestia en la voz de Aro cuando explicaba esta parte de la historia, pero aun así le tenía mucho cariño y estaba feliz cada vez que éste lo visitaba. Yo estaba realmente emocionada de poder conocerlo en persona, luego de todo lo que Aro me había hablado de él y su extravagante dieta.


Estaba por la tercera planta del castillo cuando sentí el llamado de Aro, fui hasta la gran habitación circular para conocer al famoso Carlisle Cullen y su extraño clan de vegetarianos. Abrí la puerta cuando Aro nos presentó.


- Este es mi querido amigo Carlisle, su adorable esposa Esme, junto a Rosalie y su pareja… Edward.


* nota de la autora: en este capítulo hay citas de new moon (película)

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