miércoles, 29 de junio de 2011

Caminos Separados Cap 12

Capítulo 12

Renacer


¿En el cielo? Eso pensé yo, ya que jamás imaginé que no podría llegar a aquel lugar. Luego de sufrir por tanto tiempo en vida, pensé que podría tener al fin, algo de paz y podría reunirme con mi amado Edward. Con este pensamiento enfrenté el horroroso dolor que me invadía por completo y que quemaba cada parte de mi cuerpo. Era como un fuego incendiando cada parte de mí una y otra vez sin acabar, me retorcía y gritaba de agonía, pero el dolor era constante mientras yo esperaba impaciente, que la muerte terminara con el sufrimiento.

En mi agonía aun podía oír y sentir ciertas cosas, primero, notaba que estaba recostada en una suave cama, pero considerando el inmenso dolor que reinaba mi cuerpo, no podía decir que estuviera cómoda. Podía escuchar voces a mí alrededor constantemente, alguien muy emocionado con algo que estaba sucediendo, deduje que era el hombre alto de cabellos negros, se llamaba Aro al parecer. Luego estaba otra voz tremendamente aburrida que se quejaba constantemente de unos alaridos que probablemente eran míos, él se llamaba Cayo. Escuche también a alguien llamado Demetri y a Félix, a este ultimo lo recordaba porque había sido quien me había llevado hasta la habitación. El dolor que sentía no me dejaba poner mucha atención al contenido de las conversaciones y las pocas cosas que podía escuchar no las entendía, hablaban sobre transformaciones, vampiros y dones especiales, nada tenía sentido.


Yo sólo me retorcía impaciente por que la muerte me llevara a algún lugar sin dolor, no esperaba que la muerte tardara tanto, o que sucediera de esta manera. El dolor, después de una tortuosa espera, fue disminuyendo, dejé de sentirlo en mis extremidades, primero disminuyó en mis piernas luego en mis brazos y se fue extinguiendo de mi cabeza también, pero se concentró todo en mi corazón, que latía tan frenéticamente que pensé que si no moría de dolor al menos me daría un infarto, cualquier causa serviría, yo solo quería que la muerte me llevara con Edward.

Pero para mi sorpresa, la muerte jamás llegó. Cuando mi corazón ya no pudo más de todo el dolor que allí se albergaba, se detuvo. Pero yo seguía consiente de todo a mi alrededor, de hecho, estaba más consiente de lo que había estado en toda mi vida. Podía distinguir cada sonido hasta el más mínimo, ya era capaz de reconocer claramente cada voz y sabía de quién se trataba. Incluso sus pisadas, que antes me parecían tan delicadas y carentes de sonido, ahora podía escucharlas claramente y saber a quien pertenecían. Los olores eran increíblemente precisos y mi tacto también estaba extraordinariamente agudizado.


- Isabella- me llamó la voz de Aro- querida ya puedes abrir los ojos y admirar el nuevo mundo- dijo con voz soñadora.

Lentamente abrí mis parpados observando todo a mi alrededor, me paré asustada y me sorprendió lo increíblemente rápido que me moví, miré hacia donde estaban tres hombres que debían ser Aro, Cayo y Marco, pero eran considerablemente distintos a como los recordaba.


Ahora podía percibir cada ínfimo detalle de sus rostros, de su piel, sus ojos, no podría haberlos descrito como hermosos, pero si como perfectos, completamente simétricos. Miré a mí alrededor nuevamente y noté que todo, absolutamente todo era distinto de cómo lo recordaba, era como si antes lo hubiera visto todo a través de un filtro que me impidiera observar con claridad. Como si hubiera estado todo el tiempo en un cuarto con una tenue luz artificial y por primera vez lo viera todo con plena luz de día.

Estaba completamente asustada y confundida, ¿Por qué aun seguía allí si mi corazón había dejado de latir? ¿Me encontraba en alguna especie de limbo? ¿O estaba en el infierno junto con esos monstruos de aspecto tan engañoso? Los miré con la confusión clara en mi rostro.


- Eres extraordinariamente afortunada Isabella- Continuó Aro- Te hemos escogido y te hemos salvado de la muerte.

- ¿Por qué?- empecé a preguntar, pero me detuve inmediatamente al no reconocer mi voz. Llevé automáticamente una mano a mi garganta.

- Te acostumbraras- dijo Cayo de manera indiferente.

- ¿Estoy muerta?- pregunté ignorando el extraño sonido de mi voz.

- Pero claro que no, tontuela- dijo Aro como si fuera algo obvio.

- ¿Qué me ha pasado entonces?- pregunté angustiada sin comprender nada.

- Te hemos dado el mayor regalo que alguien podría querer- dijo caminando hacia mí- Te hemos dado la vida eterna- dijo sonriéndome y tomando mi mano. Sus palabras me dejaron en shock y lo miré incrédula, lo que decía no tenía sentido.

- Deberías sentirte honrada de que te hayamos salvado y te hayamos escogido para formar parte de algo tan importante- dijo Cayo como ofendido por mi expresión.

- ¿Parte de qué?- pregunté sin entender aun una palabra de lo que me decían.

- Ahora eres una Vulturi más- dijo solemnemente Aro mirándome expectante.

- ¿Una qué? – pregunté mientras Cayo ponía una expresión de impaciencia.

- Los Vulturi somos uno de los más antiguos clanes de vampiros que hay en todo el mundo, nos encargamos de controlar al resto de los vampiros para que no cometan… imprudencias- explicó calmadamente Marco sin una pizca de emoción en la voz.

- ¿Vampiros? ¿Son vampiros?- pregunté aterrada.

- Querrás decir "somos", ya que ahora eres una más de nosotros- dijo Aro como si fuera una noticia para celebrar- Bienvenida.

- Heidi – llamó Cayo en una voz tan baja que no creí que la escucharía, aunque yo la había odio perfectamente.

Escuché como a lo lejos Heidi se dirigía hacia la habitación trayendo a otra persona con ella, pude oír el palpitar de un acelerado corazón. Y cuando la puerta se abrió un olor invadió por completo cada rincón de la habitación, un fuego, parecido al que había sentido en los últimos días, me quemó intensamente la garganta y sentí como un líquido llenaba inmediatamente mis dientes, me lleve ambas manos a la garganta y gemí de dolor.

- Está bien querida, es sólo la sed- dijo Heidi con una melodiosa voz.

- Vamos Isabella, sólo déjate llevar por tus instintos no pienses tanto- dijo Aro muy entretenido con la situación.


El olor era increíblemente delicioso, se me hacía agua la boca, ¿esto era realmente sed? Miré al hombre que Heidi traía con ella, era muy alto y corpulento, joven de unos 28 años, y la miraba enormemente asustado. Entonces capté en su cuello una gran vena que palpitaba de manera muy llamativa, podía escuchar como su corazón bombeaba la sangre caliente por todo su cuerpo y sentí unas increíbles ganas de morderlo. Antes de que hubiera terminado de pensarlo, crucé la habitación y tomé el cuello de aquel hombre que gritaba muy asustado, a pesar de que era por lo menos el doble de alto y ancho que yo, lo encontré insignificantemente débil.

Paré un segundo a considerar lo que estaba a punto de hacer, pero la quemazón de la garganta, era más fuerte que cualquier resto de cordura que quedara en mi mente. Algo me decía que sólo mordiéndolo lograría apaciguar el dolor, o como lo había llamado Heidi, “la sed”. Entonces abrí mi boca y enterré mis dientes en su cuello, fue increíblemente fácil, y el caliente liquido que recorría sus venas entró rápidamente en mi boca, su sabor era lo mas delicioso que hubiera probado en mi vida, y me llenaba por completo, una vez que probé una gota sentí la urgencia de beberla toda así que succioné ansiosa por más. Mientras escuchaba las risas a mi espalda.


Luego que bebí la sangre de tres hombres y el dolor de mi garganta se calmó un poco estuve más dispuesta a entender los cambios que había tenido y lo que eso significaba. Yo jamás moriría, jamás iría al cielo, jamás me reuniría con Edward otra vez. La única oportunidad que tenía de volver a estar con él era en el cielo, y ese era un lugar al que yo ya no tenía acceso, esto me llenó de ira y frustración, quería llorar pero no podía, al parecer otro efecto secundario de mi transformación. Tuvieron que llamar a Félix, el vampiro más grande, para que me calmara. Lo hice a pesar de que, para mi sorpresa, me sentía mucho más fuerte que el gran vampiro.


Mi fuerza y mi rapidez habían aumentado hasta niveles inimaginables, según me explicaron. Me había convertido en un depredador, en el depredador más grande que hubiera existido, una bestia igual que todos ellos. Estaba obligada a beber sangre humana para mantener controlada la sed que me invadía. Lo peor de todo, era que me había gustado, me había sentido tan poderosa mientras bebía la sangre de los tres indefensos hombres, sentía que nada podía contra mí, y eso era cierto ya que al estar recién transformada tenía más fuerza que todos los demás vampiros.


Entre Aro, Cayo y Marco me explicaron todo lo que debía saber sobre vampiros y sobre cómo tenía que mantener el secreto para que los humanos no supieran de nuestra existencia, lo que incluía no mostrar mi fuerza y rapidez en publico, no salir a la luz del sol ya que teníamos una extraña piel que al parecer brillaba como prismas, no cazar descontroladamente y mucho menos en publico.

El hecho de pertenecer a los Vulturis me obligaba a servirlos como una fiel vasalla al igual que Heidi, Félix y Demetri. Debía obedecer cada orden que me dieran aunque no quisiera hacerlo.

Luego de que contestaron todas mis dudas que, para disgusto de Cayo, fueron muchas, me guiaron hasta una habitación y Heidi me dio ropa nueva y una capa gris vaporosa como la que usaban todos, incluso ella que ya no vestía el llamativo vestido con el que la había visto la primera vez.

Me vestí absorta en mis pensamientos, tratando de asimilar toda la información que me habían dado, todo el cambio que había sufrido. Miré alrededor y vi un gran espejo, me acerqué hacia él para evaluar mi aspecto, cuando llegué frente a él miré el reflejo y me quedé paralizaba cuando vi la imagen ante mí.

No había nada que recordara como mío. La mujer que estaba en el espejo tenía una piel extremadamente pálida, pero lisa y perfecta, un brillante cabello ondulado de color chocolate intenso que caía largo por los hombros hasta la cintura. Unos labios abultado de un color rojizo, pero lo que más me asustó fue su mirada, mi mirada, tenía unos ojos rojos brillantes, como rubíes. Tenía un aspecto aterrador pero aun así era hermosa, si no hubiera sido por el relicario en forma de corazón que colgaba en mi cuello, no habría creído que esa mujer era yo.

La puerta de la habitación se abrió y Aro entró en ella junto con Cayo y Marco, aun no me acostumbraba a su compañía, seguía sintiendo terror cada vez que los veía, a pesar de que ahora yo era parte de ellos, yo también era una Vulturi.


Aro me dedicó una sonrisa.

- Ahora si tienes una aspecto más presentable- dijo observando mi nueva ropa- pero te falta algo muy importante- agregó.

Estiró una mano hacia mí con una caja en ella. Tomé la caja con cuidado y la abrí, dentro había un collar de oro con un escudo, reconocí el escudo que había visto en el recorrido por el castillo, el escudo que Heidi había observado de manera tan extraña y ahora entendía todo. La gran "V" era de Vulturi. Aro tomó el collar y me lo colgó alrededor del cuello, luego tomó el relicario.

- ¡No!- dije de inmediato, y todos me miraron extrañados- no, por favor, quisiera conservarlo, si fuera posible- agregué hablando cada vez más bajo.

- ¿Acaso es importante?- preguntó Aro interesado.

- Si, tiene valor sentimental- respondí no muy segura de si debía haberlo dicho.

Aro le dio una mirada a Cayo y Marco y luego me miró nuevamente sonriendo encantado.

- Por supuesto que puedes quedártelo, pero debes recordar que ahora eres una Vulturi- dijo tomando en sus manos el escudo que colgaba de la cadena- esto es lo único que debe tener valor para ti.

- Por supuesto- dije, Aro me miró como esperando algo, enseguida comprendí- por supuesto, maestro- corregí y en ese momento me sentí realmente como una más, como lo que era de ahora en adelante, una Vulturi.




sábado, 25 de junio de 2011

Caminos Separados Cap 11

Capítulo 11

Palazzo dei Priori


La mujer nos condujo hacia el interior del castillo, por la gran puerta doble de la entrada, con un arco de piedra justo bajo la gran torre del reloj. Había un amplio pasillo con suelo de antigua cerámica en forma de mosaicos, el techo era altísimo y tenía una serie de pilares tan gruesos como árboles a los lados de las puertas que había a lo largo del pasillo. Tres lámparas de araña colgaban desde el techo iluminando el gran pasillo. Entramos por una de las puertas de la derecha a un salón que probablemente era del tamaño de la primera planta de mi departamento, estaba amoblado por muebles tan elegantes que no me habría atrevido a sentar en ellos aunque hubiera estado permitido, las mesas eran de una madera de color caoba y había una chimenea de mi altura con una serie de figuras talladas en la piedra que formaba el borde de esta, en la pared sobre la chimenea había un gran escudo con unas espadas cruzadas, habían jarrones y platillos de oro y otra serie de adornos finísimos.


- El Palazzo dei Priori es el castillo más antiguo de Volterra, data del siglo XIII. Fue construido en 1275 y se le atribuye a Gattapone da Gubbio. Fue construido por voluntad del capitán sienés Pietro Salimbeni Beneassai, con el fin de convertirlo en la sede del gobierno civil y militar de la ciudadela. La fachada presenta una notable cantidad de escudos de armas pertenecientes a los representantes más importantes de Magliano. Entre ellos destacan los de Pietro Salimbeni, los de la familia Bandinelli y los de la dinastía Piccolomini.

La mujer que nos conducía, Heidi, iba hablando constantemente sobre quiénes habían habitado el castillo en diferentes décadas, nos explicó sobre la construcción de éste y los materiales que se habían utilizado. De vez en cuando se detenía en algún objeto en particular y nos relataba alguna interesante historia acerca de su procedencia.

Luego de esa habitación fuimos a la del frente, cruzando nuevamente por el pasillo. La habitación tenía dos paredes llenas de repisas, desde el techo hasta el piso y de lado a lado, admiré asombrada todos los libros que allí había, más de trescientos, algunos de aspecto realmente antiguo. En el centro de la habitación había un gran piano de cola de color blanco con detalles en dorado, imaginé lo emocionado que Edward estaría de ver un piano tan maravilloso como ese, pero inmediatamente aparté ese pensamiento de mi mente.

Seguimos el recorrido, Heidi parecía un poco aburrida, como si hubiese dado el mismo discurso tantas veces, que ya no le pareciera atractiva ninguna información acerca de tan antiguo castillo, sin embargo, se manejaba tan bien en el tema, que cualquiera habría pensado que ella estaba cuando ocurrieron todas las cosas que iba relatando.

Las demás personas iban, al contrario de ella, totalmente interesados en lo que iba diciendo, me quedé mirando unos minutos al resto de las personas que me acompañaban en el recorrido. Había una mujer robusta de unos sesenta años, tenía demasiado maquillaje en el rostro, llevaba un largo abrigo, unos elegantes guantes y un llamativo sombrero lleno de plumas, era un atuendo algo exagerado para venir a un museo. La mujer iba apresurando constantemente a un delgado hombre, al que al parecer le costaba un poco caminar, seguramente por la edad, su rostro estaba tan cansado que parecía que iba a caer dormido en cualquier momento, no parecía ir muy atento al discurso que la hermosa mujer estaba dando. Otra mujer de rostro bastante angelical iba con dos niños a quienes llevaba de la mano y les llamaba la atención constantemente por cualquier ruido que emitieran. Los niños debían tener unos 7 y 10 años, y al parecer estaban más interesados en mirar a la bella mujer que nos guiaba, que la interesante construcción que estábamos recorriendo. Luego de mirar al resto de la gente me di cuenta de que por lo menos cinco hombres parecían estar pensando igual que los niños, ya que miraban hipnotizados cada movimiento de la guía, y cada vez que ella se volteaba para seguir con el recorrido, se hacían gestos entre ellos. Incluso uno que iba acompañado por quién parecía ser su esposa, miraba de una manera que llegaba a ser descortés a la mujer llamada Heidi. Luego reconocí a la mujer a quién le había preguntado en la plaza, era muy bajita y de brazos cortos, ella miraba de un lado a otro para no perderse detalles del castillo. Una joven pareja caminaban un poco retrasados apreciando más detenidamente la amplia y elegante escalera por la que subíamos, por su acento supe que eran alemanes, sus cabellos eran rubios y ambos eran bastantes altos.

Una pareja de muchachas que hablaban claramente francés caminaban cerca de mí, iban cogidas del brazo y vestidas de manera muy similar, luego de mirarlas mas detenidamente deduje que eran hermanas por el parecido de sus caras, tenían unos 17 años y atrás de ellas un hombre mayor las escoltaba, seguramente el padre. Luego me fijé en una pareja que caminaban abrazados, la mujer debe haber tenido máximo 18 años y el joven fácilmente tenía veinticinco, no prestaban mucha atención a lo que ocurría alrededor, simplemente se miraban a los ojos y sonreían, él de vez en cuando le susurraba cosas al oído y ella reía en voz baja sonrojándose, en su mano izquierda lucia un anillo con una gran piedra brillante.

Aparté la mirada de inmediato, ver a esa pareja de recién casados tan felices me dio un dolor en el pecho he hizo que se me llenaran de lagrimas los ojos, traté de disimularlo, saqué un pequeño pañuelo de mi bolso y sequé las lagrimas que se me habían formado, este recorrido no estaba resultado tan agradable después de todo. Traté de ignorar a la joven pareja que me había perturbado y respiré forzadamente varias veces tratando de concentrarme en lo que la mujer del frente estaba explicando sobre la habitación a la que habíamos entrado. Tenía una pared completa llena de distintos escudos. En el centro había uno con una gran V y en él se veían dos cuervos y dos árboles secos, Heidi lo observo un momento en silencio, pero no nos comento nada acerca de él, había algo en su mirada que me hizo estremecer, ella lo observó con una extraña devoción que no comprendí. Salimos de esa habitación y Heidi nos llevó hasta otra escalera de piedra un poco más pequeña en forma de caracol. Estaba un poco mareada ya, el recorrido era más largo de lo que esperaba, el castillo estaba lleno de habitaciones y aunque no habíamos entrado a todas era agotador recorrer los enormes y larguísimos corredores, cada piso tenía al menos cinco escaleras que llevaban a distintas torres, probablemente si yo hubiera estado sola me habría perdido y me habría tomado una tarde entera recordar el camino de regreso a la entrada. Pero Heidi parecía ubicarse muy bien, después de todo ella era la guía.

Cuando llegamos al piso superior se detuvo ante dos enormes puertas de madera con adornos en oro, debían medir tres metros y sobre estas había un gran arco de piedra y dos pilares a los lados.

- Bueno, hemos llegado a la habitación más importante de todo el castillo- dijo con una extraña sonrisa en el rostro, que no me inspiro nada de confianza, las actitudes de la guía cada vez me parecían mas extrañas, y me bastó echar una mirada alrededor para notar que no era la única persona que me sentía así- Y por consiguiente el final del recorrido- agregó.

Por lo menos luego de ver dicha habitación podríamos marcharnos, el castillo después de un momento parecía un poco aterrador, tan frió, solitario y antiguo que daba un poco de escalofríos pensar que hacía tantos siglos que estaba en pie.

- Por favor, adelante, admiren su magnificencia- dijo abriendo las dos puertas, que parecían demasiado pesadas para que la delgada mujer pudiera moverlas con el simple movimiento que hizo.

La multitud comenzó a avanzar con paso indeciso, pero la mujer nos presionaba desde atrás, con una risita que me puso la piel de gallina, todos se miraban unos a otros con nerviosismo. Entonces puse atención a la habitación en la que habíamos entrado y quede maravillada, era realmente hermosa, circular, amplia y el techo era como una enorme cúpula, con pequeñas ventanas en lo alto que iluminaban todo el salón, el piso era de mármol de un gris claro y las paredes de color marfil con pilares y unas enormes cortinas de terciopelo rojo al fondo. Dándole la espalda a las cortinas había tres majestuosos tronos sobre una plataforma de mármol al igual que el resto del piso.

Todos estaban admirando el salón y esperando que Heidi nos diera la introducción sobre aquella pieza, cuando tres figuras entraron a la habitación desde las cortinas del fondo. Me quedé paralizada en cuanto las vi y tuve el impulso de salir corriendo a pesar de que los tres hombre tenían un aspecto muy refinado y no el de alguien que va hacerte daño, sin embargo, eran extremadamente extraños e inspiraban tanto miedo que podría haber gritado. Todos se quedaron inmóviles apenas los vieron y miraban frenéticos hacia donde estaba Heidi y luego donde estaban los tres hombres esperando alguna explicación. El más alto de los hombres tenía una melena negra que le llegaba hasta los hombros, su rostro reflejaba una alegría inusual y su piel era tan pálida como un enfermo antes de morir, sin embargo no había signos de debilidad alguna, caminaba con tanta gracia como sus dos acompañantes, podría haber dicho que flotaban. Vestía una larga capa negra vaporosa, al igual que los dos hombres de sus costados, y tenía aspecto de ser de la realeza, sin duda, eran los ocupantes de los tres tronos que había allí. El hombre de la izquierda tenía el cabello blanco, y su rostro era de exasperación, el hombre de la derecha tenía expresión de aburrimiento. Pero lo más aterrador de los tres hombres, eran sus miradas con unas pupilas rojas y las ojeras bajo sus extraños ojos.

- Heidi querida, al fina llegas, esperábamos ansiosos tu regreso- dijo el hombre del medio, su voz era tan suave y sin embargo tan potente, mi corazón estaba notoriamente acelerado y sólo esperaba que esta extraña situación terminara, la tensión se podía sentir en el ambiente, ninguno quería seguir allí y todos buscaban un respuesta lógica ante esta extraña escena.

- Maestro- dijo Heidi con devoción en la voz y una mirada de admiración- lamento la tardanza- concluyó. Yo ya estaba completamente confundida, no entendía porque ella lo llamaba de esa manera y qué teníamos que ver nosotros en todo esto, sólo sabía que nada bueno podía salir de esto, era un presentimiento que me decía que corriera fuera de esa habitación lo más pronto posible, pero no podía moverme, el miedo me tenía paralizada.

-La próxima vez podrías darte menos vueltas, no me gusta que estén tan agitados- dijo el hombre de cabellos blancos.

Entonces entraron más personas a la habitación, por la misma cortina roja por la que habían entrado los tres primeros. Esta vez fueron dos hombres más, uno muy alto y corpulento y otro de contextura mas delgada, ambos caminaron con una elegancia impresionante y su aspecto, a pesar de no ser tan perturbador como el de los tres primeros hombres, era igualmente extraño. Su piel extremadamente pálida y sus ojos de aquel extraño color.

- Heidi al fin llegas, estaba por ir a buscarte yo mismo- dijo el hombre mas delgado.
- La paciencia no es una de tus virtudes Demetri- dijo Heidi continuando con la conversación como si nosotros no estuviéramos ahí.

Antes de que terminara de entender la situación, la casual conversación se transformó radicalmente y en cuestión de segundos. Los cinco hombres y la mujer llamada Heidi estaban atacando a la multitud. Mi mente no lograba comprender lo que sucedía, los estaban mordiendo, como animales, en el cuello en las muñecas, todos gritaban y corrían pero no había escapatoria alguna. Entre dos hombre trataron de abrir la gran puerta de madera pero era imposible de mover, otro hombre trató de golpear al hombre mas delgado, pero éste lo inmovilizó tan rápido y fácil como si hubiera sido de papel, los niños lloraban agachados en un rincón mientras el hombre de cabello negro se acercaba calmadamente hacia ellos, tomo al menor en sus brazos, cerró los ojos y sonrió por un momento, mientras el pequeño niño suplicaba por su vida y luego, tan rápido que mis ojos apenas alcanzaron a captarlo, le enterró los dientes en el cuello y comenzó a succionar su sangre. Eran monstruos, se alimentaban de su sangre como bestias. Miré horrorizada la escena que se desarrollaba ante mis ojos sin poder moverme, estaba completamente paralizada. Vi al joven recién casado tratando de salvar a su esposa del corpulento hombre, pero éste los atacó a ambos con increíble facilidad y en segundos sus cuerpos estaban junto al montón de cadáveres en el suelo. Heidi caminó sonriendo hacia el otro niño que corrió a refugiarse con su madre, pero ésta yacía inerte en el suelo llena de heridas con forma de medialuna. Heidi lo tomó sin esfuerzo alguno y lo mordió, la imagen era devastadora, sentía ganas de vomitar, llorar, gritar, correr, pero nada sucedía, estaba completamente helada y lo único que podía sentir era el corazón latiendo mas rápido de lo que lo había hecho en toda mi vida.

Entonces vi al hombre de los cabellos negros acercarse hacia mí, mi muerte había llegado. Tantas veces la había implorado, sin embargo, nunca me había detenido a pensar en cómo pasarís, pero esta sin duda era la última manera en que me lo habría esperado. El hombre puso una de sus manos en mi cuello, con la otra tomó una de las mias y cerró los ojos con una sonrisa, justo como había hecho con todos los otros, su piel era tan fría como el hielo, y de una extraña textura. De pronto, en menos de un segundo, su sonrisa se desvaneció y abrió los ojos con sorpresa y enojo, reparando por primera vez en mi rostro, lo miré con horror, pero en su cara ya no había enojo sino que curiosidad, entonces bajó la mirada de mi rostro hasta mi cuello, supuse que iba a morderme como a los demás, pero extrañamente tomó mi collar y lo observó detenidamente, entonces la sonrisa volvió a su rostro con expresión victoriosa.

- Cayo, Marco- llamó el hombre con emoción- hermanos míos, venid.

Los dos hombres que lo acompañaban al principio, se reunieron con él en menos de un segundo y lo miraron expectantes, sólo les dio una mirada y los tres me observaron con interés, estaba completamente aterrada, los tres hombres tenían una imagen increíblemente más aterradora de cerca, sus ojos ahora eran de un rojo brillante como rubíes y finas gotas de sangre manchaban sus labios, su piel parecía mas delgada y frágil de lo que antes me había parecido. El hombre que me sostenía se acercó al oído del hombre de cabello blanco que estaba a su izquierda y susurró algo inteligible, éste sonrió ampliamente con una expresión macabra, luego el hombre mas alto repitió la acción con el de la derecha, éste no mostró tanto interés, pero asintió con la cabeza.

- Félix- dijo el hombre de cabello negro.
- Maestro- respondió el corpulento hombre con la misma devoción con la que Heidi había hablado minutos atrás.
- Necesito que la lleves a la habitación del lado- dijo con una mirada significativa.
- De inmediato- respondió el hombre al captar la mirada y luego sonrió.

El hombre llamado Félix me tomó del brazo mientras me arrastraba hasta una pequeña puerta a un costado de las largas cortinas del fondo, en cuanto entramos me dejó y salió para reunirse con los demás monstruos. Cuando estuve sola mi cuerpo reaccionó, comencé a tiritar de los pies a la cabeza casi convulsionando, mientras respiraba entrecortadamente, me sentía tan mareada y asqueada con lo que acababa de presenciar, al mismo tiempo estaba completamente aterrada de estar encerrada en esa torre con seis bestias monstruosas que se alimentan de sangre. Entonces me agaché y vomité en un rincón mientras las convulsiones continuaban, miré desesperada alrededor en busca de algún lugar por donde escapar, pero la habitación no tenía ninguna ventana y la única puerta me llevaría de regreso a la masacre. El piso y las paredes eran de piedra y lo único que había en toda la habitación era una cama con sedosas telas colgando hasta el suelo.

Antes de que pudiera pensar en la razón por la que hubiera una cama allí, se abrió la puerta y los tres hombres, protagonistas de la masacre mas horrorosa que hubiera visto, entraron en la pequeña habitación.

- No sabes la suerte que has tenido esta noche… Isabella- dijo el hombre mas alto de los tres mirándome como si fuera la ultima pieza de una importante colección. El hombre tomó mi temblorosa mano y ante mi atónita mirada besó el dorso de ésta mientras pronunciaba mi nombre. No entendía como es que aquel hombre sabía como me llamaba, pero en ese momento era lo que menos me importaba.

Sabía que se acercaba mi final, era inevitable. Cerré los ojos, en ese momento sentí una punzada en el cuello, seguido del dolor más grande que hubiera podido imaginar. “Edward, ya no tengo miedo de morir, porque estaré contigo. Al fin podremos estar juntos…en el cielo” fue lo único que pude pensar en ese momento, mientras esperaba mi inminente muerte.

martes, 21 de junio de 2011

Caminos Separados Cap 10

Capítulo 10

Italia

Entre los bienes que los Masen me habían dejado, estaba un departamento en Italia que ellos ocupaban cuando viajaban a Europa.

Yo no había querido tocar un peso del dinero que ahora estaba a mi disposición, ni siquiera había accedido a vender la Mansión de los Masen. Sabía que aun seguían viviendo en esa casa la criada, la señora Sue Clearwater y sus hijos Leah y Seth, quienes se encargaban de mantenerla limpia y en orden, a pesar de que nadie iba a volver a habitarla, yo no había vuelto a visitar aquella casa ya que evitaba a toda costa cualquier lugar que me trajera recuerdos de Edward, y obviamente no planeaba vivir allí. Pero en cuanto al dinero, mi padre dijo que podríamos utilizarlo para pagar la universidad a la que asistiría.

Yo estaba realmente ansiosa, era algo que jamás me abría esperado, iba a ser independiente, me apenaba alejarme tan drásticamente de mis padres y de Emily, pero por otra parte siempre había querido estudiar literatura, sólo que lo mantenía como una utopía, no creía que se podría hacer realidad y menos que terminaría estudiando en Europa. Al principio no estaba de acuerdo en utilizar el departamento de los Masen pero mis padres me dijeron que la Señora Masen habría estado feliz de contribuir a mi felicidad, era por eso que me lo había regalado, para que yo dispusiera de el.

Me iría al final del verano junto con Leah, la criada de la Mansión Masen, y ante mi petición también iría con Jacob.


Mis padres deseaban que yo olvidara todo lo relacionado con Edward, no querían que me quedara atrapada en esta ciudad donde cada lugar me recordaba algún momento con él. Yo estaba de acuerdo con ellos, necesitaba distraerme y superar su muerte, ya habían pasado dos años y aunque sabía perfectamente que él no iba a volver, constantemente me encontraba esperando algo, como si Edward estuviera aun en su largo viaje. Pero él jamás volvería y la cadena con el relicario de corazón, que aun colgaba en mi cuello, ya no tenía significado alguno. Su promesa jamás se cumpliría, y yo no podía quedarme la vida entera en Chicago esperando algo imposible.

Yo había prometido que lo amaría por siempre y cumplía mi promesa cada día, también había prometido que lo esperaría, y hasta ahora lo seguía haciendo, aun sabiendo que eso no pasaría. Él había prometido que jamás me dejaría sola, y así era exactamente como me encontraba ahora, prometió que volvería y no lo hizo, entonces ¿por qué no podía romper mi promesa también? Por qué tenía que quedarme en un pueblo donde cada lugar me recordaba su ausencia, atrapada, sola, muriendo cada día más, esperando.

Por eso había aceptado la propuesta de mis padres, era plenamente consiente de que necesitaba cambiar de ambiente, necesitaba comenzar de cero, o al menos tratar.

En Italia podría distraerme, olvidar y para eso me habían concedido el sueño de poder estudiar, a costa de no verme tan seguido, pero era un precio que estaban dispuestos a pagar con tal de verme feliz otra vez. Conocería a mucha gente nueva y tal vez encontraría a alguien que llenara mi corazón de nuevo, aunque yo lo dudaba.


Los dos mese se pasaron volando, entre los tramites de la universidad y el viaje, arreglar todo mi equipaje, las divertidas tardes con Jacob y el tiempo que pase con mis padres, ya que pronto me separaría de ellos para comenzar mi vida de nuevo en otro lugar.


El final del verano llegó rápidamente y mi viaje con él. La despedida fue más triste de lo que había imaginado. Las personas que más quería las dejaría atrás para encarame con mi futuro. Emily y mi Madre le pidieron constantemente a Jacob que me cuidara ante cualquier cosa. Jacob estaba tan feliz de poder acompañarme en mi nueva vida. El había quedado en shock cuando se enteró que yo partía a Italia. Le pregunté si podría acompañarme, temiendo que no quisiera separarse de su familia, pero para mi sorpresa, se puso increíblemente contento. Leah también se había emocionado mucho cuando le informé que me acompañaría, ya se había resignado a que pasaría el resto de su vida cuidando una casa vacía, jamás imaginó que podría conocer Europa.


Así que me embarqué hacia el viejo mundo, dejando atrás todos los malos momentos y recuerdos desagradables, pero también dejando atrás mi vida como era hasta ahora.

Cuando llegamos a puerto me uní a la multitud que descendía del barco, Jacob y Leah ya me esperaban abajo con todo mi equipaje.

- Señorita Swan, usted luce realmente bella hoy- dijo Jacob con una amplia sonrisa.

- Cuantas veces te he dicho que me llames Isabella- dije riendo.

- No las suficientes señorita Swan- dijo cortésmente. Por lo que rodeé los ojos.

- Es cierto señorita usted se ve bellísima, además su atuendo es tan apropiado para la situación, es que ahora ya no estamos en Chicago, esto es la Europa, quiero decir, estamos realmente en Europa, mi madre jamás pensó que yo saldría de la mismísima cocina, y yo ahora estoy en Europa junto con la señorita- dijo demasiado emocionada Leah. Con Jacob nos miramos y reímos silenciosamente.


Un taxi nos llevó hasta la estación de tren que nos llevaría hasta nuestro destino, Volterra, Italia. El viaje en tren no fue bastante largo y fue muy agradable observar el maravilloso paisaje que nos rodeaba, los campos realmente enormes, todo tan verde, llenos de bosques y algunos ríos, de vez en cuando se veían casas antiquísimas dentro de enormes terrenos, plantaciones y algunos animales. Al llegar, un automóvil nos estaba esperando para llevarnos a lo que seria mi nuevo hogar, ¡estaba tan ansiosa!

Volterra era hermosa, con sus construcciones como castillos, las calles adoquinadas, las fuentes y estatuas, todo le daba un toque mágico, los castillos medievales tenían maravillosas fachadas. Estaba ansiosa por recorrerlo todo y conocer cada museo.

El automóvil se detuvo en una calle que tenía una serie de edificios de tres pisos uno al lado del otro. Me bajé aun anonadada por la belleza a mi alrededor, entre el chofer y Jacob llevaron la mayoría de mis pertenecías y Leah me ayudó con unas maletas.

Al entrar había un pasillo con una serie de puertas, el pasillo terminaba en una escalera. Una puerta que tenía un par de peldaños descendía hasta la cocina, otra puerta era para un baño y las otras eran de las habitaciones que usarían Jacob y Leah. En la segunda planta estaba la sala, el comedor, otro baño y la escalera que daba hacia el tercer piso, donde había una gran habitación con el techo inclinado y unas grandes ventanas con una vista maravillosa. Esa sería mi habitación, con su propio baño y un gran armario, donde Leah me ayudó a acomodar todas mis pertenencias.

Luego se fue hacia la cocina a preparar la cena con la ayuda de Jacob. Ya que era muy extraño estar en la casa tan sola, y considerando el hecho de que yo había pasado mucho tiempo en la cocina, bajé a acompañarlos y decidí que ese día comeríamos todos allí, no estaba dispuesta a comer totalmente sola en el gran comedor de la segunda planta.

Resultó que Leah no sabía cocinar, ya que ella se encargaba de hacer el aseo en la mansión y no de la cocina como ella había dicho, fue una suerte que Emily me hubiera enseñado a cocinar en el tiempo de la gran gripe, y también ayudó que Jacob, al ser tan autosuficiente, supiera bastante de cocina, por lo que terminamos haciendo la cena entre los dos mientras le enseñábamos a Leah.

Fue una cena muy agradable, era extraño que estuviéramos viviendo los tres juntos, aunque Jacob y Leah estuvieran allí como mis sirvientes, los tres teníamos prácticamente la misma edad, era como estar viviendo con dos amigos.


Finalmente, luego de comer y reír mucho, me retiré a mi habitación agotada. Me puse mi pijama, fui hasta la ventana y la abrí para sentarme en el borde. Me quedé meditando mientras admiraba el cielo, que estaba en un degradé de colores; naranjo, rojo, luego fucsia y morado. Los colores fueron cambiando y fue oscureciendo gradualmente, las estrellas comenzaron a llenar el cielo que estaba entre morado y azul oscuro, el viento llegaba a mi cara, helado pero relajante, respiré profundamente sintiendo el aroma del lugar, un olor maravilloso. Me sentía tan feliz, sin embargo aquella felicidad se mezclaba con mi tristeza formando extraños sentimientos de nostalgia en mi interior. Cuando finalmente oscureció por completo volví a entrar y cerré la ventana, me acosté en la gran cama ubicada al centro de la habitación y dejé que unas cuantas lágrimas cayeran por mi rostro recordando, como cada noche, a Edward y la última noche que habíamos pasado juntos, hasta que me dormí.


La mañana siguiente me desperté un poco desorientada, hasta que recordé dónde me encontraba y un escalofrió de nervios me recorrió. Leah me ayudo a vestirme y a ordenar las cosas que llevaría hasta la universidad. Jacob tenía servido el desayuno, me ayudó mucho a sentirme como en casa, como cuando Sam tenía el desayuno listo en la mesa y lo tomaba apresurada antes de ir a la escuela. Pero ya no estaba en mi casa, y no era la escuela a la que me dirigía, sino que la universidad, llena de gente que no conocía, y al volver no estaría ni mamá ni papá, ni Emily ni Sam, solo Jacob y Leah. Pero eso estaba bien, así tenía que ser. Algún día tenía que irme de casa, sólo que hace un par de años me lo habría imaginado totalmente diferente, pero no quise seguir recordando como eran los antiguos planes para mi futuro. Tomé desayuno, me despedí de ambos y me subí al automóvil que me llevó hasta la universidad. Lunes 5 de septiembre, mi primer día de clases.

Fue increíble, las clases eran realmente estimulantes, no interactué mucho con mis compañeros, muchos me dijeron sus nombres pero para el final de la clase no recordaba casi ninguno. Los profesores eran un poco intimidantes pero aun así estaba encantada.


Al finalizar la jornada fui al Museo Histórico dell'Alabastro el cual mostraba el antiguo oficio de excavación en piedra. Fue tan entretenido aprender más sobre la ciudad de Volterra, que comencé a ir a otros museos los días siguientes, como el Museo Etrusco Guarnacci, el Pinacoteca Comunale, el Palazzo Viti y el Parque Arqueológico. Cada vez que veía las hermosas esculturas me recordaban la belleza de Edward y aunque fuera masoquista no podía dejar de admirarlas.


Antes de que lo notara llegó mi cumpleaños, hacía dos años que no lo celebraba. Aquel martes salí tarde de la universidad, por lo que no fui a ningún museo para estar más tiempo con Jacob y Leah. Cuando llegué al departamento entré directamente en la cocina, donde solía encontrarlos, pero no había nadie.


-Hola, ya estoy en casa, ¿Jacob? -llamé- pero nadie respondió. Golpeé la puerta de una de las habitaciones- Leah ¿estas ahí?- pregunté, pero nada.

Subí hasta el segundo piso y al entrar al comedor me sobresaltó un fuerte “¡sorpresa!”.

- Feliz cumpleaños Señorita Bella- dijo Jacob sonriendo como siempre. Al menos había dejado de llamarme señorita Swan.

- ¡Feliz cumpleaños Señorita!- dijo Leah muy feliz.


Mi primera reacción fue molestarme por el gran susto que me habían dado, odiaba las sorpresas, pero luego caí en la cuenta de que eran las únicas dos personas que tenía en estos momentos y ellos habían hecho un gran pastel para mí por mi cumpleaños, entonces me dieron ganas de llorar.

- Chicos, no se que decir, realmente no me lo esperaba- dije algo incomoda- no saben cuanto se los agradezco.

- Pero si es su cumpleaños, es lo menos que podíamos hacer- dijo Jacob sonriendo aun mas, tal vez porque notó que estaba al borde de las lagrimas y no quería que me pusiera a llorar en mi cumpleaños.

Tomó mi mano y me acercó a la mesa, me cantaron cumpleaños feliz, que a pesar de su ánimo y alegría fue bastante nostálgico ya que sólo dos personas cantaban.

- Debe pedir un deseo antes de apagar las velas señorita- dijo Leah- mi madre dice que los cumpleaños son las únicas veces que a uno se le puede cumplir un deseo, además de las estrellas fugaces, pero yo nunca he visto una estrella fugaz, así que es mejor aprovechar los cumpleaños, aunque si viera una estrella fugaz enseguida le pediría el mas grande de mis deseos, porque seguro que son mas efectivas ya que pasan mucho menos seguido que los cumpleaños…- empezó a decir Leah.

- Leah, por qué no la dejas que piense su deseo- dijo Jacob interrumpiendo su perorata.


Un deseo… ¿Qué podría desear? inmediatamente pensé en Edward, en estar con él nuevamente, pero deseché la idea de inmediato, si esta era la única oportunidad de que un deseo se me realizara, al menos iba a pedir algo posible. Entonces pensé en felicidad, si, eso era bastante factible, salud, o alguna de esas cosas que nunca están de más.

Soplé las velas mientras Jacob y Leah aplaudían alegremente. Comimos pastel y tuvimos un agradable momento, pero me fui a la cama temprano ya que debía ir a la universidad al día siguiente. El resto de la semana transcurrió de manera regular, los días que me desocupaba temprano de las clases me iba a recorrer Volterra y sus museos.


El miércoles de la semana siguiente a mi cumpleaños, salí de clases y fui a la Piazza dei Priori, el corazón de Volterra, como todos la llamaban. Los días comenzaban a estar más helados, ya que el equinoccio anunciaba la llegada del otoño aquel día. Estaba nublado, el aire estaba más fresco y había una atmósfera más húmeda que días anteriores.

Cuando llegué, noté que había una multitud junto a la gran fuente que había en el centro de la plaza, me acerqué por la curiosidad y le pregunté a una señora por qué estaban todos allí.

- Tomaremos el recorrido por el Palazzo dei Priori- dijo la señora apuntando el edificio que más destacaba de aquella plaza, era el castillo mas antiguo de Volterra y hace días que tenía ganas de hacer el recorrido por dentro.

- ¿Con quién debo hablar para incluirme?- le pregunté ansiosa.

- Con la señorita que esta al frente- me dijo la mujer.

- Muchas gracias- dije y caminé hasta el inicio de la multitud.


Una mujer realmente hermosa estaba justo de frente a todas las personas y estaba contestando algunas preguntas. Era muy alta y curvilínea, su largo vestido era extremadamente ajustado y tenía un gran escote, era de un color morado muy llamativo que resaltaba entre la ropa de todas las demás personas que variaba entre los colores gris, negro o café. Su sedoso cabello castaño claro caía sobre sus hombros en unos elaborados rizos. Su piel era muy pálida, sin ninguna peca o marca alguna. Pero lo que más me llamó la atención fueron sus ojos, entre unas espesas pestañas negras tenía unos grandes ojos de un azul oscuro que casi podría haber dicho que era púrpura y combinaban con el tono de su vestido.


- Disculpe señorita- dije llamando su atención- me gustaría mucho realizar el recorrido.

- Por supuesto, no hay ningún problema- dijo con una melodiosa voz- el costo son 3 Liras- agregó.

- De acuerdo- dije, saqué de mi bolsa la suma de dinero y le pagué.

- Bien, ahora sólo debe reunirse con el resto del grupo, yo les haré el recorrido por el castillo, y cualquier duda que tengas me consultas a mi- dijo con una amistosa sonrisa- por cierto, mi nombre es Heidi.


Feliz cumpleaños Edward Cullen!


Ayer 20 de junio, fue el cumpleaños de nuestro adorado Edward Anthony Cullen ♥ Yo por problemas técnicos no pude subir nada ayer, ni cap ni sus saludos correspondientes, por eso lo subo hoy! :D
Según muchas fans, hoy cumularía 110 añitos (aunque no los demuestra para nada) según yo cumple más, pero bueno todo queda en cada uno.
Sin embargo, considerando que en la película hicieron como que la historia se desarrolla en el tiempo actual (ya que el parte de matrimonio dice 2011) vamos a decir que cumple 110 años :D

así que... ¡FELIZ CUMPLEAÑOS EDWARD ANTHONY MASEN CULLEN!


Gracias por hacer nuestro días mas felices y por permitirnos creer en el amor eterno (literalmente) además de darnos la esperanza de creer que si existe el hombre perfecto (aunque mas que hombre tendría que ser un vampiro) Gracias por hacernos soñar y fantasear contigo ^^
Y hay que decir: Gracias Carlisle por darnos un Edward inmortal! ♥

También quiero mandar un saludo enormeee a mi amiga Saraí, alias la vaquita muu* quien también estuvo de cumpleaños ayer! te envidio por estar de cumple el mismo día que Edward ¬¬
S gracias por ser mi súper fan! se que me idolatras y todo eso xD jajajaja no, hablando en serio, gracias por leer mi historia! siempre me motivas para seguir publicando ^^ xoxo

domingo, 19 de junio de 2011

Feliz día del padre!

En este día tan especial, además de saludar a mi papá ^^ quiero saludar a todos los papás de la saga crepúsculo.

En primer lugar tenemos a nuestro querido Charlie Swan! con su personalidad única, siempre haciéndonos reír, algo sobreprotector con Bella, pero eso sólo nos hace quererlo más! ^^


En segundo lugar tenemos a Carlisle Cullen, si duda un padre que cualquiera querría tener por el resto de la eternidad! siempre tan comprensivo con cada uno de sus "hijos" además amamos que considere a Bella como una hija más! ♥


Y finalmente tenemos a Billy Black, sin el cual no habríamos podido conocer Jacob ^^ yo creo que a todas nos molestó un poco lo entrometido que parecía en Twilight, advirtiendo a Bella que estarían cuidándola de su novio y todo ese rollo, pero finalmente solo quería proteger a los suyos, y sabemos que considera a los Swan parte de la familia :)


Fuera de la saga, quiero saludar a los papas de Robert y Kristen! Dios gracias a ambos por traer al mundo a sus maravillosos hijos, sin los cuales no podríamos fantasear como lo hacemos todas las fans en el mundo! Estamos en deuda con ellos!

En primer lugar Richard Pattinson ♥


En segundo lugar John Stewart♥

jueves, 16 de junio de 2011

Caminos Separados Cap 9

Capítulo 9

El vacío

El tiempo pasa incluso aunque parezca imposible, incluso a pesar de que cada movimiento de la manecilla del reloj duela como el latido de la sangre al palpitar detrás de un cardenal. El tiempo transcurre de forma desigual, con saltos extraños y treguas insoportables, pero pasa, pasa. Incluso para mí...

Cuando él se fue, se llevó todo consigo. Pero su ausencia está donde quiera que mire. Es como si hubieran perforado un enorme vació en mi pecho. Pero de alguna manera me alegra, el dolor es mi único recordatoria de que él fue real.


Aquel fatídico día, mi padre salió a buscarme junto con Sam y Jacob, recorrieron los campos toda la noche, iluminados por faroles ya que ni la misma luna quiso ayudar a iluminar el camino, esa noche una oscuridad total cubría los campos, había luna nueva.

Cerca de las 5 de la madrugada, Jacob me encontró levemente inconciente bajo un gran árbol.

Estuve alrededor de tres meses postrada en una cama sin energías para levantarme, no soportaba salir de mi casa y enfrentarme al mundo, pero sin embargo, cuando estaba en casa necesitaba desesperadamente huir de allí, huir de los recuerdos. La soledad me torturaba, pero por otra parte, no toleraba las visitas, únicamente mis padres me venían a ver un par de veces al día totalmente angustiados por mi estado y Emily, que no se movía de mi lado en el día y mucho menos en las noches, ya que las pesadillas se adueñaron de cada uno de mis sueños, los que culminaban generalmente con gritos en medio de la noche.

En los momentos en los que Emily, por fuerza mayor, no podía estar conmigo, era Jacob quien la reemplazaba. Él había quedado enormemente conmovido al encontrarme en el campo y desde ese día se ofrecía voluntariamente a cuidarme cada vez que lo necesitaban.

La señora Elizabeth había enfermado terriblemente luego de la muerte de él y murió un par de semanas después. Cada vez que lo recordaba la rabia me invadía, era tan fácil morir para todos los demás, toda la gente moría a mí alrededor, por qué no podía morir yo de una buena vez, por qué esta tortura tenía que continuar para mí.


Luego de los meses de encierro tuve que regresar a la vida normal, volví al colegio a retomar mis estudios, desayunaba, almorzaba y cenaba todos los días, iba a misa cada domingo, hacía todo lo que debía hacer cuando debía hacerlo, no cuestioné nada, ni causé algún problema. No hablaba con nadie en el colegio y apenas contestaba con monosílabos cuando estaba en casa, no me reía, emocionaba o asustaba por nada, solo lloraba algunas noches cuando nadie más que Emily podía verme. Estaba total y completamente vacía.

Como es de esperar, mi compromiso con Edward había sido anulado, y a pesar de eso, la madre de Edward, antes de morir, había traspasado las escrituras de todos sus bienes a mi nombre.

Mi padre se había rehusado a buscarme un nuevo pretendiente, por el estado emocional en que me encontraba, a pesar de las inoportunas insistencias del joven Newton. Mi padre estaba inmensamente preocupado por mi futuro, con lo que pasaría conmigo, pero sabía que no me haría ningún bien obligándome a comprometerme con alguien que no amaba, sobretodo luego del desastroso final de mi primer compromiso.


Ya habían pasado dos años de la muerte de él, pero el dolor se sentía como el primer día. A pesar de eso, ya era parte de mí, estaba acostumbrada a vivir con él, siempre estaba conmigo y realmente no creía que se fuera a ir en algún momento. Dicen que el tiempo cura las heridas, pero en lo personal, creo que el tiempo solo te enseña a convivir con ellas, te da la practica que necesitas para saber sobrellevar todo el dolor que tengas.

De esa manera lo hice y me resigné a la idea de que no era mi hora de morir, auque era plenamente consiente de que no habría nada más en toda mi vida que pudiera darme la felicidad que alguna vez tuve.

Tal vez se deba a que en tu vida debes tener algún tipo de equilibrio entre las cosas buenas y las malas, entre la felicidad y la tristeza. Como los momentos que tuve con Edward fueron los mas felices que una persona podría imaginar o merecer, entonces claramente me merecía sufrir todo el dolor que estaba sintiendo. Después de todo, cuando la vida te ofrece un sueño que supera ampliamente cualquiera de tus expectativas, no es razonable lamentarse de su conclusión. Edward era el regalo más grande que la vida me había dado, debía estar agradecida por la suerte que tuve de que un hombre tan maravilloso formara parte de mi vida y me amara como él lo hizo.

Con ese pensamiento me obligué a mi misma a seguir viviendo, si es que se le podía llamar vivir.


En el ultimo tiempo empecé a valorar enormemente a la gente que me rodeaba, la gente que estuvo conmigo en mis peores momentos, sobretodo a Jacob, jamás pensé que podría contar con él de la manera en que puedo hacerlo ahora. Me sorprendió gratamente. De hecho, después de Emily, que era como una madre para mi, Jacob era la persona que mas me alegraba, era como un hermano, su brillante sonrisa era capaz de mitigar las sombras que me invadían, realmente me hacía sentir como si estuviera viva.

Me refugié en él cuando noté lo bien que me hacía y lo mucho que me ayudaba su presencia, cada día después de clases me iba al establo a acompañarlo mientras él realizaba sus labores. A veces me enseñaba algunas cosas sobre su trabajo, era muy sabio para ser tan joven, y extremadamente fuerte para tener 16 años, de hecho físicamente se veía mucho mayor que yo.


Aquella tarde estaba sentada en un fardo con un montón de pasto seco en las manos jugando distraídamente con ellos, mientras miraba absorta cómo Jacob le sacaba brillo a los cascos. Los caballos le tenían mucha confianza, parecía como si pudieran comunicarse sin hablar, él siempre sabía qué era lo que necesitaban.


- Entonces ¿qué fue lo que le dijo la señorita Stanley?- preguntó cortésmente.

- Ella dijo que no podía invitarme a su fiesta de compromiso, porque le preocupaba mi estado de ánimo, dijo que sólo lo hacía por mi bien- dije recordando la conversación que había tenido esa mañana con una muy complicada Jessica, cuando le pregunté educadamente cuándo sería el anuncio de su compromiso- pero sé que realmente lo hace porque no quiere que espante a sus invitados con mi cara- agregué un poco más bajo.


Jessica no me perdonaba que le hubiera dejado de hablar cuando estuve en mis momentos más oscuros, ella esperaba que yo le contara detalles sobre la terrible tragedia, ya alardeaba con las demás chicas que tenía información directa sobre lo que había ocurrido, ya que nosotras éramos amigas. Pero yo en ese tiempo no hablaba ni siquiera con Ángela, que era mucho más cercana a mí que Jessica, pero Ángela jamás se alejó de mi lado, ella me daba espacio y sabía muy bien que yo necesitaba tiempo para adaptarme a mi nueva realidad. Una vez que volví a hablarle jamás tocamos el tema.


- ¿Pero usted realmente quería asistir a esa fiesta?- preguntó Jacob con incredulidad.

- No realmente, no- dije meditando. Trataba de evitar cualquier cosa que me recordara mi antigua y feliz vida, y una fiesta de compromiso no era precisamente algo que quisiera revivir.

- Entonces, si me permite el atrevimiento, creo que no debería darle importancia a lo que diga esa señorita, que no tiene mucho de señorita- dijo con una sonrisa de suficiencia.


Jacob jamás se complicaba por asuntos tan banales como estos, a veces deseaba poder ser tan relajada como él, poder ir por ahí sin que me importara la mirada de lastima que todos me daban y los comentarios poco disimulados que decían. Pero no parecía ser tan fácil, a Jacob le salía tan natural realmente esperaba que fuera contagioso o algo así.


- Creo que tienes razón- dije sonriendo- ni siquiera me importa su aburrida fiesta, seguro que se pasará la tarde descalificando a cada uno de sus invitados, con esa tonta de Lauren que le sigue todo lo que hace- agregué.

Jacob rió ante mi infantil comentario.

- Además me divertiré mucho mas pasando la tarde contigo- le dije y me quedo mirando fijamente antes de sonreír nuevamente y responder.

- Si usted me permite, podría organizar una serie de actividades para distraerla- dijo notoriamente feliz.

- Eso sería realmente grandioso, Jake y te lo agradecería enormemente- dije imaginando toda las cosas que podríamos hacer.

No era un panorama muy diferente de lo que hacíamos todas las tardes, pero apreciaba mucho que lo ofreciera para hacerme olvidar la odiosa fiesta.

- Podríamos salir a cabalgar tal vez, conozco todos los alrededores- propuso Jacob realmente animado.

- ¿Cabalgar?- pregunté casi en un susurro.


Sentí un gran peso en el estomago y un nudo apareció en mi garganta. Esas simples palabras habían traído automáticamente una serie de imágenes a mi cabeza, imágenes de una bella tarde que había tenido hace más de dos años. Recuerdos tan felices que me hacían completamente infeliz en estos momentos. El recuerdo de Edward en su caballo, el viento alborotando sus cabellos, el sol sobre su piel, sus verdes y resplandecientes ojos. Cerré los ojos fuertemente tratando de alejar esas imágenes de mi cabeza. Rodeé mi estomago con mi brazo libre y tuve que respirara varias veces antes de poder volver a hablar.


- No creo que sea una buena idea- dije al final. Jacob me había estado mirando preocupado y captó en seguida que no era necesario darle más vueltas al asunto.

- Claro- respondió de inmediato.


Nos quedamos en silencio un momento. Traté de pensar en cualquier otra cosa que me distrajera, por lo que me concentré específicamente en lo que Jacob estaba haciendo.


- ¿Cómo es que eres tan bueno haciendo ese tipo de cosas?- pregunté- yo seguramente sería un espanto.

- Pues la verdad es que no es tan difícil como parece- dijo guiñándome un ojo- venga y se lo enseñare.

- ¿No va a golpearme el caballo si me paro atrás?- pregunté algo asustada.

- Pues lo hará si lo asusta- dijo y yo abrí los ojos como platos- pero si le demuestra confianza el caballo estará calmado- agregó ante mi expresión.

- Y ¿cómo exactamente haré eso si ya estoy asustada?- pregunté.

- Puede partir acariciando su rostro, para que sienta su olor y se acostumbre a su presencia.


Me acerqué lentamente, no me asustaban los caballos así que acaricié sobre su nariz y le di de comer el pasto que tenía en las manos, sus ojos eran muy calidos. Respiró muy fuerte y me hizo reír, miré a Jacob quien me estaba mirando fijamente con una sonrisa en el rostro. Su mirada era distinta, me hizo sentir un poco incomoda así que baje la vista.


-Creo que lo ha hecho muy bien- dijo algo nervioso.

Me acerqué hacia las patas traseras del caballo donde se encontraba Jacob.

- Bien, primero debe darles una palmada aquí en la pierna para que sepa donde está- dijo manejándose en el tema.

- ¿Debo golpearlo?- pregunté no muy segura de si estaba bien que el segundo paso para conectarme con el caballo, luego de acariciarlo, fuera golpearlo.

- Golpearlo suena un poco violento- dijo riendo- una leve palmada estaría mejor. Luego baje la mano por la pierna hasta el cabello que está por la parte de atrás de su pata y tire de él hacia arriba, así le indicará al caballo qué es lo que usted quiere que él haga- dijo.

- De acuerdo- dije aún no muy convencida. Me agaché un poco y le di una palmada. El caballo se movió un poco, pero no dio señales de esta molesto, hice lo que Jacob me indicó y sin mayor dificultad logré levantar la pata que yo le había indicado.

- Lo ve, no es difícil- dijo sonriendo.

Yo estaba totalmente sorprendida de que hubiera funcionado.

- De esta manera podemos revisar el estado de las herraduras y los cascos- dijo Jacob.

- Esto es bastante entretenido- dije pensando en lo genial que era poder comunicarme con mi caballo por gestos y que él supiera justo lo que yo deseaba que hiciera.

- Ahora tome esto- dijo pasándome el cepillo.

- ¿Esta bien así?

- Exactamente- dijo y luego puso su mano sobre la mía- ahora muévalo en la dirección en que crece el cabello, de esta forma, ¿entiende?- dijo ayudándome a cepillar el pelaje del animal.

- Si.

- De esa forma le ordena el cabello, pero para limpiarlo debe moverlo de esta otra manera- dijo cambiando de dirección- así, de lado a lado para sacudirle el cabello y quitarle la suciedad.

- Ya comprendo-dije sonriendo.


- Bella- llamó mi padre entrando en el establo. Su cara denoto la sorpresa ante la proximidad entre Jacob y yo. Solté el cepillo y me acerqué hacia donde él estaba.

- Jacob me estaba enseñando como cepillar a mi caballo- dije respondiendo a una pregunta que mi padre no había formulado.

- Bien, eso es genial- dijo algo confuso- me gustaría hablar un momento contigo- te esperaré en el salón- dijo y se marchó.

- Discúlpeme señorita, no quise causarle algún problema- dijo Jacob cuando mi padre se fue.

- Descuida Jacob, mi padre no se ha molestado- le aseguré a Jacob. Mi padre era plenamente consiente de que mi amistad con Jacob era solo eso, amistad. Además notaba la evidente mejoría que yo había tenido desde que empecé a pasar más tiempo con él.

- De acuerdo- dijo más contento- debería ir a hablar con él, no creo que deba hacerlo esperar- dijo no muy seguro mirando el suelo.

- Esta bien- dije y suspiré, lo estaba pasando realmente bien con Jacob- supongo que debo ir.

- Pero usted puede volver cuando lo desee- dijo ante mi reacción.

- De acuerdo, nos vemos entonces- dije sonriendo y caminé hacia la casa.


Mi padre estaba sentado en la sala como me había dicho, mi madre estaba sentada junto a él y cuando me vio llegar me indicó que me sentara en el sillón del frente, así que lo hice.

- Bella, cariño, te quedan pocos días de clases para terminar el colegio y es tiempo que hablemos sobre tu futuro- dijo serio.

Normalmente evitaba ese tema pero creo que habíamos llegado a un punto donde no se podía seguir postergando esta conversación. Yo debía comprometerme con alguien antes de que mis opciones se redujeran más, esta idea me provocaba nauseas.

- Pero no puedo permitirme que te cases con ese patán de Newton- dijo mi padre y me dejó totalmente sorprendida- No podría soportar verte infeliz a su lado.

- Y entonces ¿con quién vas a comprometerme?- pregunté sin imaginar la respuesta.

- Pues con tu madre hemos tomado una decisión con respecto a tu futuro- dijo mirando a mi madre, yo esperaba expectante- te enviaremos a estudiar literatura a Italia.



*Nota de la autora: en este capítulo hay citas de Luna nueva (libro y pelicula) y Crepúsculo.

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