viernes, 27 de mayo de 2011

Caminos Separados Cap 4


Capítulo 4

Momentos para recordar.


De vuelta en la fiesta, casi no podía concentrarme en las conversaciones, podía oír a la gente reír a mí alrededor, pero se oía lejano y artificial. Estaba absorta en mis pensamientos, sobre todo lo que había ocurrido, todas las complicaciones que se nos venían encima y finalmente la promesa de Edward, que me había tocado el corazón.

El comedor estaba lleno de mesas redondas en las que cabían unas 10 personas, todos comían animadamente, charlaban, brindaban y reían. Yo no había probado bocado de la cena y no había salido de mi boca palabra alguna desde que habíamos entrado. Entonces noté que Edward me estaba mirando y su cara se veía muy triste. Sonreí débilmente para tranquilizarlo, tomé su mano y le di un apretón para darle confianza. Me devolvió la sonrisa y se puso de pie con una copa en la mano.

- Disculpen, mis queridos amigos, si me permiten, me gustaría realizar el brindis - todos voltearon a verlo, las conversaciones cesaron y la atención de todos estuvo en Edward y en mí- En primer lugar quiero brindar por la hermosa mujer que se encuentra a mi lado, ya que hoy nos reunimos para celebrar su cumpleaños numero 16.


Mis padres me sonrieron con ternura y todos alzaron sus copas en un brindis por mí.

-Desde que esta bellísima mujer entro a mi vida, toda mi existencia cobró otro sentido. Bella, le diste a mi vida la luz y la energía, eres el motor que me impulsa a seguir adelante y doy las gracias cada día por tenerte a mi lado- se escucharon muchos “aaaw” entre los invitados y pude notar que mi madre se secaba discretamente un par de lagrimas.

Incluso a mi se me humedecieron los ojos. Lo miré con ternura y una sonrisa en el rostro a la que él respondió. Edward era tan maravilloso, tenía mucha suerte de tenerlo y de que él me amara como lo hacía. Entonces me tomó de las manos y me puso de pie.


- Es por eso que esta noche quiero decirte, frente a todos estas personas, que prometo amarte para siempre, todos los días de mi vida. Y quisiera preguntarte, con el consentimiento de tus padres: Isabella Marie Swan aceptas casarte conmigo?- dijo arrodillándose y ofreciéndome el hermoso anillo de su madre.

Lo miré a los ojos, esos increíbles ojos verdes, que irradiaban felicidad y amor.

- Por supuesto que acepto Edward Masen, acepto ser tu esposa- la sonrisa se extendió por mi rostro a medida que las palabras salían por mi boca.


Edward deslizó el anillo por mi dedo y besó mi mano. La multitud aplaudió con mucha alegría, el momento era uno de los mas vergonzosos, pero aun así me sentí feliz, incluso sabiendo que pronto tendríamos que separarnos.

Luego de muchísimas felicitaciones, nos dirigimos nuevamente al salón donde tuvieron lugar diferentes bailes. Tuve que mostrar el anillo numerosas veces, recibir elogios, abrazos y mas felicitaciones, la clase de atención que normalmente prefiero evitar.

Cuando el reloj del salón mostraba las once de la noche, la gente comenzó a marcharse, así que tuve que despedirme de todos a los que habíamos invitado y recibir nuevamente felicitaciones de parte de ellos.

Edward me llevó hasta mi casa mientras mis padres se quedaban conversando con la señora Elizabeth. Cuando llegamos nos quedamos un momento en la salita.

- Bella lamento haber arruinado tu cumpleaños, quería que todo fuera perfecto y finalmente fui yo quien lo echó a perder- dijo con pesar.

- Edward no fue tu culpa, la vida no siempre puede ser perfecta al parecer. Además tú no lo planeaste, solo sucedió- musité.

- Debo volver a mi casa, aun no lo he hablado con mi madre- dijo apenado.

- Se pondrá muy triste- dije imaginando su reacción.

- Lo se, pero les escribiré, a ambas, tan seguido como pueda- dijo animándome- ya veras que no te darás ni cuenta cuando esté contigo nuevamente.

- Solo eso espero- dije aun triste.

Cuando oímos el sonido de la puerta de entrada, Edward se puso de pie para marcharse, no sin antes darme un beso. Se despidió de mis padres, y se marcho con elegante andar.


La semana siguiente fue muy triste, estuve con Edward todos los días, tanto tiempo como nos era posible, pero la perspectiva de tener que separarnos nos mantenía con los ánimos muy bajos. La madre de Edward también se veía muy triste estos días, después de haberla visto tan dichosa el día de nuestro compromiso, era desolador verla tan callada luego de la noticia de Edward. Mi padre se había molestado al principio, pero luego de explicarle que yo estaba al tanto de la situación cuando había aceptado casarme con él, se había calmado un poco. Mi madre por su parte se había entristecido mucho con la noticia, ella entendía perfectamente que yo hubiera seguido adelante con el compromiso, porque sabe como son mis sentimientos hacia Edward. Ella es muy sabia al interpretar a las personas y entiende que Edward no tiene la culpa de esta situación, además de notar que esta tan apenado como yo por los sucesos que se nos avecinan.

Todas las noches me dormía con una mano en el corazón que Edward me había regalado, pensando en qué podría regalarle a él para que me recordara. Quería que fuera algo que le demostrara cuanto lo amaba, lo mucho que lo extrañaría, lo importante que era para mí, algo más que sólo palabras. Pero nada me parecía lo suficientemente bueno.


Era domingo, al día siguiente a primera hora de la mañana Edward se marcharía en el primer tren. Eran las 10 de la mañana, aun no me levantaba, no había podido dormir, simplemente había llorado silenciosamente toda la noche en mi cuarto. La pena que sentía era tan inmensa, pero me negaba a demostrarlo frente a Edward, no quería angustiarlo más.

- Señorita, por favor no llore más, el joven Masen vendrá a recogerla en poco tiempo, usted no querrá que la encuentre así, por favor, hágame caso- me rogaba Emily, la tenía muy angustiada por mi comportamiento últimamente.

Me levanté sin ganas y Emily me preparó el baño, cuando estuve finalmente vestida golpearon a la puerta.

- Señorita Swan, el joven Masen la espera en el vestíbulo- dijo Sam junto a la puerta.

- Sam dile al joven que la señorita bajará enseguida- contesto Emily por mí- Y ahora quiero verla con una gran sonrisa- dijo mirándome.

- Gracias Emily, no se que haría sin ti- dije y luego bajé a encontrarme con Edward.

- Bella- dijo apenas me vio, estaba tan hermoso como de costumbre, pero su cara se veía levemente demacrada, al parecer tampoco había sido una buena noche para él.

Cuando llegué al final de la escalera me tomó por la cintura, me abrazo con ternura y me beso en la mejilla.

- ¿Como amaneciste cariño?- preguntó con preocupación, debía verme terrible.

- No tan bien como quisiera, pero mejor de lo que esperaba- dije al fin y miré hacia el piso, no quería que descubriera que había llorado. Edward me tomó el rostro por el mentón y me hizo mirarlo a los ojos.

- Tampoco fue una buena noche para mi- dijo con sinceridad.

- Será mejor que vayamos Edward, la misa empezará pronto- dije evitando el tema, lo que menos quería recordar hoy, era lo que se avecinaba mañana, aunque eso era prácticamente imposible.

- De acuerdo – dijo con paciencia y puso mi brazo enrollado al suyo. Salimos de la casa y nos subimos al automóvil, que nos llevó hasta la plaza principal, donde la gente ya comenzaba a entrar a la iglesia.

Saludamos a algunas personas antes de entrar y luego fuimos a tomar asiento. La misa transcurrió sin que yo lo notara, no podía escapar de mis propios pensamientos. Antes de que me diera cuenta ya estábamos caminando hacia la salida.

Mientras caminábamos por la plaza en dirección al auto, Edward cortó una flor de los arbustos junto al camino.

- Bella no soporto verte tan abatida y saber que soy el responsable de tu tristeza- dijo con la angustia en los ojos- dime qué puedo hacer para que, al menos este día, sea más alegre- agregó y me dio la flor que había cortado.

- No lo se, Edward, también quiero que este día mejore de alguna manera, quisiera que te pudieras llevar algún lindo recuerdo pero no se que hacer- dije finalmente con frustración.

- Ven conmigo Bella, haremos que este día sea especial- dijo y me tomó de las manos, llevándome con él en dirección al auto.

- Paúl, llévanos a “Sole di Mezzanotte“-dijo al chofer, refiriéndose al restaurante italiano con más clase de la ciudad.

- ¿A Sole di Mezzanotte? ¿De verdad iremos?- pregunté asombrada- no creo que lleve la ropa adecuada- dije.

- Bella, cariño, podrías llevar harapos encima y te verías más hermosa que cualquier chica en vestido de gala.


Cuando llegamos, me ayudó a bajar y habló para que nos dieran una mesa.

- De preferencia que sea una apartada, más intima- pidió de forma muy cordial a la muchacha que lo atendió, la cual no le quitaba los ojos de encima y lo miraba como si estuviera hipnotizada. No la culpaba, pero si me hacia sentir ligeramente molesta, podría tener un poco más de respeto, considerando que él venía acompañado.

- Tengan la amabilidad de seguirme por favor- dijo la chica. Así que caminamos detrás de ella, hasta que llegamos a una elegante mesa en una esquina del restaurante, refugiada por un biombo de hermosos diseños y magnificas plantas.

Por un par de horas logré dejar de pensar lo que nos deparaba el día de mañana, y pude disfrutar de un agradable momento con Edward. Los platillos eran exquisitos, el ambiente, todo fue muy agradable. Tal vez sólo eso hacia falta, hacer cosas diferentes de las que normalmente hacíamos, algo nuevo nos iba a tener distraídos. Entonces una idea vino a mi cabeza.

Cuando salimos del restauran ya era capaz de sonreír y Edward parecía mas feliz también. Le dije que fuéramos a mi casa. Al llegar subí a mi habitación y lo dejé esperando en la sala. Le dije a Emily que me ayudara a cambiar de ropa, me puse mi vestido de montar y bajé. Edward me miró sorprendido.

- ¿Qué es lo que haremos?- preguntó con curiosidad y una sonrisa en la cara.

- Iremos a dar un paseo- contesté, le tomé la mano y lo guié a los establos.


El día se estaba empezando a asolear y la agradable brisa que corría no llegaba a los establos, por lo que el calor ahí era mayor aun.

- Señorita Swan - dijo Jacob, el hijo de Emily, sorprendido de verme. Su piel color bronce contrastaba con su blanca sonrisa. Tenía la frente perlada de sudor, llevaba unos sucios pantalones remendados, y una raída camisa abierta completamente, mientras cepillaba a un hermoso caballo de color azabache. Su abdomen era bastante tonificado para tener solo 14 años, seguramente debido al trabajo que realizaba a diario. Al notarlo, miré hacia el suelo de inmediato para no incomodarlo, él se abrochó rápidamente la camisa y se limpió las manos en los pantalones.

- Dígame en que puedo ayudarla, estoy a sus órdenes- dijo con una gran sonrisa.

- Jacob podrías ensillar dos caballos, Edward y yo saldremos a cabalgar- le dije.

- Por supuesto señorita- dijo asintiendo cortésmente- en seguida estarán listos.

Al cabo de un momento volvió trayendo consigo dos caballos con las monturas puestas.

Edward me ayudó subir a mi caballo y luego se subió al suyo. Se veía muy emocionado y eso me hizo sentir feliz.

- Muchas gracias Jacob – le dije cuando ambos estuvimos listos para partir.

- No hay de que señorita- contestó con un asentimiento y su usual sonrisa en el rostro.

- Adiós!- le dije y comenzamos a cabalgar. Jacob nos observó hasta que nos fuimos.


Paseamos tranquilamente por los caminos, hasta que llegamos al campo abierto. Edward cabalgaba a mi lado. Se veía tan maravilloso, sus ojos brillaban, el sol le daba en la piel haciéndola relucir y dándole leves tonos rojizos a su cabello. Parecía un príncipe montado en su caballo, aun cabalgando no perdía la elegancia. Entonces acercó su caballo al mío y me besó con pasión. De pronto se separó y con una sonrisa de lado se alejó de mí galopando. En seguida lo seguí lo más rápido que pude, considerando que yo montaba de lado. El reía alegremente y se daba algunas vueltas alrededor mió y se alejaba de nuevo incitándome a seguirle el paso.

Seguimos jugando durante toda la tarde, se sentía tan vitalizante correr por los campos sintiendo el olor a pinos, eucaliptos y naturaleza pura, el aire fresco llegaba a la cara con violencia, mis cabellos estaban totalmente desordenado y volaban junto al viento. Sentía la adrenalina correr por mis venas mientras galopaba por el campo abierto, sin limites, sin presiones, solos Edward y yo.

Edward se detuvo a esperarme así que aminoré el paso hasta que llegué donde él estaba, miraba tiernamente como me acercaba.

- ¿Te he dicho hoy lo maravillosa que te ves?

- Solo un par de veces en el restaurante- dije riendo, Edward siempre buscaba excusas para poder elogiarme muchas veces al día.

- Si, pero no te había dicho lo hermosa que te ves con este vestido.

- Pues tú no te ves nada mal- dije con una sonrisa coqueta. Edward sonrió y eso sólo lo hizo verse mas apuesto. Comenzó a acercarse para besarme y entonces salí al galope riendo- solo si puedes alcanzarme Edward- dije mirando a un Edward totalmente perplejo.

- Ten por seguro que lo haré- dijo mientras me perseguía en su caballo. La ventaja con la que había salido solo me duró un par de minutos, entonces Edward estiro un brazo atrapándome por la cintura y obligándome a aminorar el paso, cuando mi caballo se detuvo me tomo el rostro y me besó nuevamente con pasión. Entonces me tomó por la cintura con ambos brazos, me levantó y me sentó de lado en su caballo justo delante de él y siguió besándome. Le rodeé el cuello con los brazos, con mi mano en su cuello lo presione mas contra mí y acaricié su cabello. El presionó mi cuerpo al suyo y sus manos recorrían mi espalda hasta mi cintura.


Vimos la puesta de sol abrazados en su caballo. Y cuando el último rayo se escondió supimos que era tiempo de volver a casa.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Caminos Separados Cap 3


Capítulo 3
La fiesta

Y el gran día había llegado al fin, no es que me emocionara la idea de la fiesta con tantas personas y la atención de todos puesta en mí, pero la idea de comprometerme oficialmente con Edward mejoraba considerablemente el panorama.

Estaba en la habitación de invitados de la casa de Edward, mientras Emily me preparaba. Mis brazos afirmaban con apremio el pilar que sostenía el dosel de la cama, mientras mi madre me apretaba el corsé y mi aya se encargaba de abotonar mis medias y de ponerme los tacones. Con todo encima se me dificultaba el caminar y la respiración notoriamente, pero el corsé modelaba la figura y mientras más apretado mejor, según ellas decían, y por mí, mientras menos sintiera los nervios en el estomago mejor, así que dejé que siguieran torturándome con el vestuario.

El vestido era largo de un genero liso color azul claro, con un escote en forma de corazón y unas mangas cortas levemente aglobadas. Sobre el género azul caía un tul blanco, bordado con flores en el mismo tono en la parte mas baja. La falda era levemente mas abierta a la altura de las rodillas y unos suaves vuelos a la altura de los tobillos. Era maravilloso, un regalo adelantado por parte de la madre de Edward, traído desde Europa.

El pelo lo llevaba recogido en un sofisticado peinado hacia arriba y adornado con un elegante sombrero levemente inclinado hacia la derecha, cuyas cintas se amarraban en un gran rosón junto a mi oreja.

Los guantes de encaje cubrían mis manos y un velo del mismo juego cubría mis hombros.


- Te ves bellísima- dijo mi madre con una sonrisa en el rostro- oh por dios, aun recuerdo cuando me comprometí con tu padre, fue tan romántico- agregó con una mirada soñadora- estoy tan emocionada de que al fin puedas vivir lo mismo que yo. El amor es la mejor experiencia que he tenido, y sé que tu también tendrás momentos maravillosos con Edward- no podía sonreír más, a veces parecía que tuviera la misma edad que yo, era tan expresiva y soñadora.

- Solo espero no arruinarlo todo con mis torpezas - dije con pesar, realmente eso me preocupaba.

- Ay Bella cariño, nada malo va a pasar, no seas fatalista. En momentos tan difíciles como los que esta pasando la mayoría de la gente, deberías estar feliz de tener un acontecimiento tan maravilloso y lleno de dicha como este, quiero que recuerdes por siempre este día, al igual que yo, y quiero que recuerdes lo feliz que te hizo- me dijo con sus mejores deseos.

- Por supuesto que me hace feliz- dije de inmediato, no había nada que deseara mas que estar casada con Edward- pero al mismo tiempo, es algo tan importante que me pone muy nerviosa, como si tuviera un mal presentimiento, no lo se, deben ser tonteras mías. Por primera vez en la vida soy la persona con más suerte y a eso aun no me acostumbro, eso debe ser todo.

- No es suerte, tu te mereces esto y mucho más, mi pequeña Bella, estoy tan feliz por ti, no te preocupes más, todo saldrá a la perfección- entonces besó mi frente y luego se dirigió a mi aya- Emily termina de arreglarla mientras bajo a ayudar a la Sra. Masen con los últimos detalles, los invitados deben estar por llegar- y dicho esto se marchó hacia el salón con una gran sonrisa en el rostro.

- Señorita, parece un ángel, seguro será la mas linda de todas las muchachas- me miraba como si nunca hubiera visto algo tan hermoso, pero siempre era un poco exagerada en lo que a mi respecta, sin embargo, se que no me mentiría. Emily era una gran persona, ella y su esposo Sam, trabajaban en mi casa desde que puedo recordar, su hijo de 14 años, Jacob, cuidaba nuestros caballos en el establo, pero ayudaba en cualquier cosa extra que pudiera, realmente les tenía cariño a los tres.


Entonces golpearon la puerta.

- Señorita Swan, vengo a buscarla ya debe bajar- era la tímida vos de Leah, entonces asomó su cabeza por la puerta- ¿Ya esta lista?- preguntó curiosa.

- Si, estoy lista- dije con muchos nervios- enseguida salgo- me levanté mientras Emily me estiraba el vestido, me giré hacia ella y le sonreí, acto al que ella respondió de la misma forma- adiós- dije.

- Que le vaya bien señorita- dijo ella.

Entonces salí del cuarto y le dije a Leah, que me esperaba al inicio de las escaleras.

- Ya podemos bajar.

- Ay señorita, usted esta bellísima, yo nunca había visto un vestido tan lindo como ese. Mi madre dice que cuando usted se mude a esta casa yo seré su niña de mano, si así lo desea. Yo nunca he servido a una señorita como usted, normalmente me ocupo de la cocina, yo sé cocinar ¿sabía? Mi madre me enseñó de muy pequeña y lo hago muy bien, pero puedo ser su criada si lo manda, y dejaría la cocina para ocuparme de su cuarto- me dijo sonriendo de orgullo por lo eficiente que era.

- Bueno, la verdad es que eso aun no lo hemos discutido, pero agradezco tu disposición- dije con cordialidad.

Ella sonrió y me ayudó a bajar. Al pie de la escalera, un elegante Edward me esperaba, su cara denotaba una dicha inmensa.

- Si me permite, señorita Swan- dijo y extendió su mano para que la tomara, así que lo hice- aunque no por mucho tiempo, ya que pronto serás la señora Masen- la idea le hacia brillar los ojos.

- Señora Isabella Masen- dije feliz ante la idea.

- Suena maravilloso- sus ojos no podían demostrar más felicidad y eso hacía que me tranquilizara bastante.


Nos dirigimos hacia la entrada, donde recibimos uno por uno los invitados, todos saludaban muy amablemente, algunos decían “al fin tengo el honor de conocer a la famosa Bella, de la que tanto habla Edward” o “Edward, es un encanto, felicitaciones”

Luego de que todos hubieran llegado, fuimos al salón donde la gente charlaba distraídamente, sobre una mesa reposaban numerosos regalos, en otra había bebestibles y alimentos. Las risas se oían con frecuencia, al parecer todos lo estaban pasando bien, mis compañeras se me acercaron reiteradas veces a preguntarme sobre el anillo, la fecha y otros detalles, o simplemente a desearme feliz cumpleaños. Vi a mi madre charlando animadamente con la madre de Edward y a mi padre conversando con algunos amigos del difunto Sr. Edward padre.


Edward por su parte, mantuvo su promesa y no se movió en ningún momento de mi lado. Se dedicó a presentarme con las distintas personas y cuando nadie nos veía me daba suaves besos o susurraba tiernas cosas al oído.

Todo iba de maravilla, pero Edward comenzó a ponerse mas ansioso a medida que la noche avanzaba, lo podía notar en cada una de sus facciones y en su manía de tocarse el cabello, la que repitió numerosas veces. Se acercaba la hora de anunciar el compromiso y eso debía tenerlo muy nervioso, incluso bebió más de una copa.

Entonces me habló al oído, pero su voz no fue tierna como las veces anteriores, sino más bien perturbada.


- Bella quieres acompañarme un momento.

- Si por supuesto ¿a donde vamos?- pregunté con curiosidad.

- Ven sígueme, iremos a dar una paseo- dijo y luego puso su mano en mi espalda, guiándome hacia la terraza. Salimos al patio y me llevó al sillón-columpio que había justo entre los árboles, donde me hizo sentarme. La noche estaba fresca, mas no demasiado.

- ¿Qué sucede Edward?- no imaginaba de que venía todo esto.

- Bella hay algo de lo que debo hablarte, algo que tal vez debería haberte dicho hace días atrás- habló con temor, mirando nuestras manos que permanecían entrelazadas.

- ¿Y qué cosa es? dímelo por favor, me estas asustando- la ansiedad comenzó a invadirme y los nervios, que había logrado controlar en el salón, estaban volviendo con más fuerza.

- Es que creí que podía esperar, pero luego pensé que tenías derecho a saberlo, antes del compromiso, y así puedas decidir si aun quieres comprometerte conmigo, pero me aterraba tu reacción, por eso me he tardado tanto- habló apresuradamente.

Mi corazón latía a mil por hora, lo sentía golpear mi pecho fuertemente y mis manos comenzaron a sudar. Algo malo pasaría, algo muy malo, era lo único que podía pensar.

- Tú…- la voz me tembló notoriamente - …tu ya no quieres casarte conmigo ¿Es eso verdad?- al final la voz se me quebró y tuve que bajar la mirada para que no notara que mis ojos se llenaban de lagrimas.

- No Bella, no es eso, por favor jamás pienses algo así- dijo inmediatamente y tomó mi cara entre sus manos obligándome a mirarlo- Cariño, tu eres lo que más amo en este mundo y no hay nada que quiera más que hacerte mi esposa.

Lo miré fijamente a los ojos sin comprender nada, ¿por qué me decía que talvez no quisiera casarme con él y luego decía que era lo que más deseaba? ¿Que cosa haría que yo no quisiera casarme con él?

- Entonces por qué dijiste que talvez no nos casaríamos- dije con la confusión en la voz.

- Bella, no hay nada que yo quiera más que estar junto a ti hasta el día en que muera…- dijo sinceramente y luego su mirada se entristeció- pero ha sucedido un inconveniente.

- ¿Que inconveniente?, ¿De qué cosa hablas? ¡Quieres decírmelo de una vez! - la confusión se había convertido en ansiedad y esta en histeria. Acaso pretendía seguir dándose vueltas, ya no soportaba la incertidumbre.

- Bella, debo marcharme- dijo al fin. En ese momento dejé de respirar- La epidemia de gripe se ha expandido por causa de la guerra, necesitan la mayor ayuda posible, y han mandado a reclutar a los estudiantes de medicina para que asistan los hospitales de campaña que han puesto en Kansas, hay demasiados enfermos- entonces se calló, y se quedó observando mi reacción - ¡Bella respira por favor!- su voz estaba cargada de dolor.

- ¿Por cuanto tiempo? - fue lo único que pude preguntar, mi voz estaba sin vida.

- No lo sé…nadie sabe cuanto tiempo durará esta pandemia, por eso creí que sería injusto para ti comprometerte conmigo sin antes saberlo- Edward sufría con cada palabra que pronunciaba y sus palabras se clavaban en mi corazón como una estaca.

- ¿Hace cuánto lo sabes?- pregunté con la misma voz inerte.

- Hace un par de semanas, me enviaron una carta, no sabia que hacer. Bella de verdad no quiero marcharme, pero no tengo alternativa, sabes que me quedaría a tu lado si estuviera en mí decidir.

- ¿Un par de semanas? ¿Y esperaste hasta la misma noche de nuestro compromiso para decírmelo? ¿Y quieres que, a un par de horas del anuncio formal, decida si quiero seguir comprometida contigo?- comencé a hiperventilarme, tenía un enredo de cosas en la cabeza.


Ahora comprendía el comportamiento extraño de Edward las últimas semanas. Todas las emociones salieron de mí como en un estallido, sentía tanta rabia porque me lo hubiera ocultado, aunque eso no cambiaba el problema. Se marcharía, se iría quién sabe por cuánto tiempo, sentía rabia por esa maldita peste, tenía pena, quería llorar, o simplemente despertar de esta pesadilla. El día más feliz de mi vida se había convertido en una tortura, todos mis temores cobraban vida, Edward me dejaría, se iría y eso me daba terror.


- Lo siento tanto Bella, sé que cometí un error, debí habértelo dicho en el momento en que lo supe, pero me aterraba la idea de que esto cambiara los planes entre nosotros- sus ojos también estaban llenos de lágrimas, agachó la cabeza y besó mis manos- por favor solo espero que me perdones.

Sentí como finas gotas caían por mis ojos y resbalaban por mis mejillas hasta mi mentón. ¿Ahora que pasaría? Luego de tener toda mi vida planeada, de pronto me encontraba ignorante de mi futuro.

- ¿Qué vamos a hacer entonces?- me angustiaba sentir un abismo de incertidumbre.

- Si no quieres continuar con esto, lo comprenderé, yo mismo se lo informaré a los demás si lo deseas y les daré las razones- Se veía tan abatido, nunca lo había visto así y me partió el alma.

- Cuando dije “vamos” me refería a los dos…juntos- dije y le levanté el rostro- Edward, estar lo que dure esta horrible plaga sin ti es una idea espantosa… pero vivir toda una vida sin ti no me sería siquiera posible- dije finalmente con lagrimas corriendo por mi cara.

- Bella, ¿quieres decir que aun quieres casarte conmigo?- dijo y sus ojos se llenaron de ilusión.

- Si tú aun quieres tenerme por esposa- dije tímidamente.

- Oh Bella! Te prometo que pasaré la vida entera compensándote por el tiempo que estemos separados -dijo y me abrazó – no sabes lo feliz que me haces entre tanta tristeza.

- Edward no se cómo voy a soportar estar lejos de ti, esto es tan terrible- dije y lloré sobre su hombro.

- No lo se cariño- dijo con pesar - será una tortura no poder ver tus hermosos ojos, no poder oír tu maravillosa voz, no poder besar tus labios, sentir tus besos- me dijo al oído y luego besó justo bajo éste.

- Edward te amo – dije y lo miré a los ojos.

- También te amo Isabella, más que a mi propia vida - seguido de esto me besó.

Fue un beso diferente, una mezcla de dulce y salado, de tristeza y pasión. Un sinfín de sentimientos que ambos emanábamos. Luego besó la comisura de mis labios, mis mejillas, mi mentón, mi cuello. Por Dios, besaba mi cuello, no puede evitar suspirar. Sus labios perfectos y suaves rozaban mi piel con delicadeza, pero podía sentir el deseo en cada beso.

- ¿Edward? ¿Están afuera cariño?- la voz de su madre nos sobresaltó a los dos, me separé de él lo más que pude en el asiento, a pesar de que ella no podía vernos desde la puerta.

- Si madre, voy de inmediato- dijo Edward al instante, su rostro estaba levemente sonrojado.

- De acuerdo, voy a hacer pasar a los invitados al comedor- entonces oímos a su madre cerrar la puerta de la terraza.

Casi había olvidado por completo que estábamos en la mitad de la fiesta de mi cumpleaños, me parecía algo tan lejano, tan irrelevante en este momento.

Edward me abrazó tiernamente.

- Deberíamos volver.

- Está bien- contesté y comencé a levantarme, pero Edward me tomó de la cintura para detenerme.

- Espera, antes quisiera entregarte algo- volví a sentarme y me quede observándolo. De su bolsillo saco una pequeña caja de terciopelo verde esmeralda- es tu regalo de cumpleaños- dijo y luego me la entregó.

La abrí con cuidado y me quede asombrada cuando vi lo que contenía. Era una fina cadena de plata antigua, con un hermoso dije en forma de corazón, que tenia una gran letra E grabada en el centro y pequeñas esmeraldas incrustadas alrededor formando un corazón mas pequeño. Era bellísimo. Edward la tomó y me la puso en el cuello.

- Es un relicario, ¿ves?- dijo abriéndolo, dentro del corazón habían dos fotografías, una de él y una mía.

- Edward es precioso, me encanta- dije con total sinceridad, sabía que debía valer una fortuna pero, sin embargo, era el regalo más significativo.

- Es una promesa- dijo esto tomando mis manos- de que volveré a tu lado tan pronto como pueda- su mirada era tan intensa y profunda que me perdí en sus ojos - y así, aunque no podamos vernos, siempre estaré en tu corazón.



viernes, 20 de mayo de 2011

Caminos Separados Cap 2


Capítulo 2
Preocupaciones

Los días se me pasaron mucho mas rápido de que lo habría deseado, y con ellos, la fiesta se acercaba cada vez más. Todas las invitaciones estaban debidamente enviadas y sus confirmaciones ya habían llegado, muchísima gente estaba invitada, personas a las que nunca había visto o sólo había oído hablar de ellas, y conforme la fecha se acercaba mis nervios crecían más y más.

Era viernes, quedaban exactamente dos semanas para la fiesta, Edward pasó a buscarme como de costumbre en su flamante auto. Mis compañeras ya se habían acostumbrado a verlo en la entrada esperando por mi, al principio me molestaba que lo miraran tanto, no había una sola chica en el colegio que no notara su belleza, siempre se oían risitas tontas cuando lo veían, pero con el tiempo eso había disminuido. Todas en la escuela sabían que era mi novio y al menos las chicas respetaban eso.

Edward me vio y caminó hacia mí, le sonreí. Cuando estuvimos cerca me tomó por la cintura y me abrazó, puso su cara en el hueco de mi cuello y me apretó contra él. El gesto me tomó por sorpresa, jamás era tan efusivo en público, no porque no quisiera, sino porque era demasiado caballero para hacerlo. Me quedé estática por un par de segundos y luego le devolví el abrazo, no me molestaba para nada, a pesar de que estuviéramos llamando la atención más de la cuenta. Sus brazos me contenían como nada más lograba hacerlo, era como un refugio, junto a él nada podría pasarme, porque bastaba con que estuviera a mi lado para que yo estuviera bien.

- También te extrañé- dije susurrándole con ternura- pero creo que deberíamos movernos de la entrada del colegio, antes de que nos empiecen a abuchear- agregué.
Él reaccionó al instante y me llevó de la mano hasta el automóvil, abrió la puerta y me ayudo a subir.
Me abrazó por la cintura y apoyó su cabeza sobre la mía, respirando el aroma de mis cabellos, ya me había dicho anteriormente que le gustaba mucho, era olor a fresas.
Me besó en la sien repetidas veces en el camino, comencé a pensar que algo le preocupaba.
- ¿Cómo te fue en tus clases hoy?- me gustaba que me hablara de sus clases, en su voz podía notar lo mucho que le apasionaba su carrera, y a pesar de que yo jamás podría estudiarla, por mi repudio a la sangre, me agradaba mucho que me contara sus experiencias. Pero Edward no respondió.
- ¿Edward?- moví la cabeza para mirarlo y él reaccionó sorprendido.
- Lo siento mucho ¿me preguntaste algo? Estaba un poco distraído, discúlpame - su cara denotaba preocupación.
Seguramente estaba tan nervioso como yo por mi cumpleaños, no imagino como estaría en su posición, teniendo que hablar frente a tantas personas, yo sólo tenía que estar junto a él y dejar que me pusiera el anillo y eso ya me ponía lo suficientemente nerviosa. Pobre Edward, tal vez deberíamos haber invitado menos gente y hacerlo más intimo, pero las invitaciones ya estaban enviadas.
- No importa, ven acá- le dije, apoyé su cabeza en mi hombro y comencé a acariciarle el cabello- imagino que estarás muy nervioso por lo de la fiesta, pero todo saldrá bien ¿no es cierto?- le dije mientras trataba de calmarlo.
- Si, la fiesta… espero que todo resulte de tu agrado, sólo quiero que tengas un lindo día, después de todo es tu cumpleaños, no podría soportar que algo lo arruinara- podía notar la tensión en su voz.
- Nada podría hacer más feliz mi día, que tenerte a mi lado Edward, no me importa la fiesta, sólo quiero estar contigo y sé que después de que seamos novios oficiales no habrá nada que no separe - dije para alentarlo, la fiesta era mucha presión y Edward quería que todo fuera perfecto.
- Lo que menos quiero en esta vida es separarme de ti Bella… pero si algo pasara, no lo sé, sólo quiero que sepas que eres lo que más amo en esta vida- dijo y luego me abrazó tan intensamente como lo había hecho en la entrada del colegio.
- Edward pero de qué hablas, qué podría suceder- me asustó esa idea, pero la quité de mi mente de inmediato- Bien, no se hable más de la fiesta, todo saldrá muy bien y estaremos comprometidos Edward, eso es lo importante- me separé y lo miré a la cara con una gran sonrisa.
Edward me besó mientras me sostenía por el cuello, fue tan maravilloso como lo recordaba, pero al separarnos no estaba sonriendo como la última vez.
Me apenaba mucho verlo así de nervioso, y me sentía un poco culpable ya que la fiesta era por mi cumpleaños, sin embargo era él quien había insistido en hacer la ceremonia de compromiso ese mismo día y en realizar la gran fiesta.
Nos bajamos del auto cuando el chofer se detuvo frente a la casa y entramos, su madre no estaba, se encontraba en el hospital en ese momento. En estos días llegaban mucho heridos de la guerra, y se necesitaba la mayor ayuda posible.

Fuimos hacia la parte trasera de la casa, donde unas puertas de vidrio, enmarcadas con largas costinas, daban paso a la terraza. El piso a cuadros negro y blanco se extendía por la hermosa estancia amueblada con una mesita de vidrio y sillas a juego, con cojines bordados. La terraza estaba techada por el balcón del segundo piso de la casa y terminaba en dos pilares por donde las enredaderas habían subido y adornaban con flores de color lila. Más allá, en el patio, había un sillón-columpio entre dos árboles, justo detrás de ellos había una parra. El resto del patio estaba adornado con muchas flores y árboles frutales, era un lugar muy agradable sobre todo por la mezclan de aromas de todas las flores.

Caminamos hasta el sillón-columpio, me senté y le indiqué a Edward que se sentara junto a mí.
- Edward, me apena tanto verte así, no entiendo qué es lo que te inquieta tanto, por qué no vienes y te sientas junto a mi- le ayude a quitarse la chaqueta y la dejamos a un lado.
-Mi tierna Bella, no hay de que preocuparse, sólo son asuntos de la universidad, no es nada- me sonrió y le devolví la sonrisa. Pero apenas apartó la vista, la expresión de preocupación volvió a su rostro. Su mirada se perdía en algún lugar lejos de aquí y su ceño estaba ligeramente arrugado, debía estar pensando profundamente en algo que lo atormentaba.
Me preocupaba que tal vez no fuera la fiesta, tal vez había cambiado de opinión sobre el compromiso…Rápidamente aparté esa idea de mi cabeza, ni siquiera podía permitirme pensar en eso como una opción, me faltaba el aire con tan solo imaginarlo. Pero sabía que algo lo traía así de perturbado y no eran cosas tan banales como la universidad, Edward no me engañaba.
- Espérame aquí, enseguida regreso- le dije en cuanto tuve una idea en mente, él me miró sorprendido ya que aun se encontraba en su letargo momentáneo.
Me paré y fui caminando de vuelta a la casa, me dirigí a la cocina y le dije a la nana.
- El señor Edward y yo tomaremos el té en el patio, ¿tiene alguna manta que pueda prestarme?- Sue, la empleada de Edward siempre era muy atenta conmigo, por lo que no puso ningún problema. Junto con su hija Leah, me ayudaron a preparar una cesta donde metimos fruta, tartas, copas y bebestibles. Sue insistía en llevarlo por mí, pero ya me había ayudado suficiente, así que tome la cesta, la manta y me dirigí de vuelta hacia el patio nuevamente. Al salir a la terraza, Edward me miró sin entender nada.

- Esta vez tomaremos la merienda en tu jardín- sonreí abiertamente y en seguida vi en su rostro, aquella sonrisa torcida que había estado esperando todo el día.
Edward se incorporó inmediatamente y vino a ayudarme para acomodar todo sobre la manta, me senté en una esquina de esta con Edward frente a mí.

Al fin todo volvía a la normalidad, Edward reía y se le veía feliz. Se había recostado mientas yo le lanzaba uvas en la cara para ver si las atrapaba, cinco minutos después tenía la manta llena de uvas y Edward solo había logrado probar tres. En venganza, me había atacado con uvas y habíamos terminado riéndonos a carcajadas, recostados sobre la manta.
- Eres muy tramposo Edward, ¿lo sabías?- dije mientras intentaba que los dolores abdominales por la risa cesaran- que tu seas pésimo atrapando con la boca no te da derecho a atacarme de esa forma- agregué entre jadeos.
- Haber dejado que te rieras un buen rato de mí, me da el permiso para reírme un poco de ti- dijo aun riendo- además es muy sabido que, quien ríe ultimo ríe mejor- dijo con las manos sobre la costillas.
Cuando las risas cesaron nos quedamos mirando fijamente, en silencio.
- Jamás me cansaré de decirte lo hermosa que eres- dijo Edward.

Entonces se acercó y me besó. Pero este beso fue más intenso que alguno que pudiera recordar. Al separarse de mí, me miró fijamente y pude sentir el deseo de su mirada. Entonces con una mano me tomó por la espalda mientras que con la otra apartaba la cesta y la comida que quedaba sobre la manta, y volvió a besarme. Sentí tantas cosas en el estomago, cosquillas, nervios y mariposas que querían salir frenéticas volando por alguna parte.
Su mano bajó por mi espalda hasta mi cintura, produciéndome un cosquilleo por donde pasaba, y la otra se posó en mi cuello, mientras que las mías acariciaban su cabellos, su cuello su espalda y nuevamente su cabello.
Sus labios eran irresistibles, y sentirlos con tanta pasión me hacia desearlos aun más, de pronto su lengua comenzó a acariciar mi labio inferior y no pude reprimir un suspiro. Al segundo en que salió por mi boca, sentí el rubor ascender por mis mejillas y por todo mi rostro, jamás me había sentido tan vulnerable, cuando Edward me besaba perdía totalmente la conciencia. Sin embargo, Edward sonrió junto a mi boca y susurró a pocos milímetros de ella.
- Te amo con locura- y volvió a besarme, pero esta vez su lengua se introdujo en mi boca, su sabor era el mejor que había probado, y sus movimientos hacían que me sintiera de una forma que jamás me había sentido antes. Lo amaba, lo deseaba y no me avergonzaba de ello, por el momento. La mano de Edward que estaba en mi cintura, comenzó a bajar hasta mi pierna, siempre sobre el vestido de color rosa crema que llevaba puesto, mi respiración se agitó por los nervios que me invadieron y la adrenalina recorrió todo mi cuerpo en ese momento.

Y de improviso, se detuvo y se separó de mí agitado, en ese momento la cordura volvió a mi cabeza y me sentí avergonzada. Mi cara ardía y yo sólo podía mirar hacia abajo, lo que más me avergonzaba, era que no me había disgustado, lo había deseado tanto como él.
- Bella, no sé qué me pasó, por favor te pido que me disculpes, no quiero que pienses que quería faltarte el respeto, porque jamás fue esa mi intención, por favor espero que me perdones, yo…- dijo Edward como si no creyera lo que él mismo acababa de hacer.

No quería que se sintiera culpable y menos que me dijera que estaba arrepentido, porque, aunque me avergonzara admitirlo, yo no lo estaba. Así que lo callé poniendo un dedo sobre sus labios, para que dejara de monologar invadido por sus modales y buenas conductas.
- No hay nada que perdonar Edward, y si sigues hablando sólo harás que me de aun mas vergüenza de la que siento en este momento- no me sentía preparada para mirarlo a los ojos aun, pero en algún momento tendría que hacerlo, despacio subí la mirada y al encontrarme con sus ojos esmeralda la tranquilidad volvió a mi y me sentí con la confianza incluso de sonreír, así que lo hice.
El me tomó ambas manos y las besó con ternura, me vio a lo ojos nuevamente y sonrió como yo.
-No sé qué hice para merecerte- dijo y acarició mis rosadas mejillas.
Me ayudó a ponerme de pie y juntos llevamos las cosas de la merienda hacia adentro.


martes, 17 de mayo de 2011

Feliz cumpleaños Nikki Reed! nuestra querida Rosalie Hale ♥

En lo personal, he aprendido a quererla muchoo y ya no podría imaginarme a nadie más ocupando su lugar ^^ te queremos Nikki ♥ 4ever Rose!

viernes, 13 de mayo de 2011

Caminos Separados Cap 1

Capítulo 1

¿Quién dijo que la vida no puede ser perfecta?


Mi nombre es Isabella Swan, tengo 15 años. Vivo en Chicago, Illinois junto a mi padre Charlie y mi madre Rene, hace un año que estoy de novia con Edward Masen, el ser mas perfecto que podría existir. En cuanto termine la secundaria, nos casaremos y nos mudaremos al campo, donde podremos formar nuestra familia, hemos tenido mucho tiempo para planearlo.

Edward, mi novio, está en segundo año de medicina, vive con su madre Elizabeth, en realidad, él es mucho más que mi novio, es la razón de mi vida, no podría imaginarme con otra persona. Desde pequeña le he pretendido. Aun me cuesta creer lo afortunada fui al ser escogida, de entre tantas muchachas, por el amor de mi vida. Fue hace un año, en mi presentación en sociedad, me sorprendió mucho que más de un joven estuviera interesado en mi, excepto por el joven Mike Newton, que siempre hacía notar que yo le gustaba. Pero mi padre simpatizó con Edward al instante, es sabido que tiene una muy buena situación, sin embargo, a mi padre le importo mas la fama que tiene de ser alguien muy respetuoso. Edward es todo un caballero, en realidad, el es todo lo que una chica podría soñar. Cada día doy gracias de tenerlo a mi lado, me cuesta creer que me ame tanto como yo a él, sin embargo él se encarga de demostrármelo cada día.


- Aun no me decido por tu regalo, debe ser algo muy especial, algo único, tal ves podría encargar algo desde Europa, ¿que te gustaría?- Edward llevaba días planeando mi cumpleaños numero 16, para el que aun faltaban 2 meses.

- Edward, te he dicho que no quiero nada muy ostentoso, el hecho de tenerte a mi lado ese día, es el regalo mas grande de todos- le dije con una sonrisa en mi rostro, sabía que no lo convencería, pero no perdía nada intentándolo.

- Es lo mismo que pienso todos los días cuando veo esos maravillosos ojos- me miró tan intensamente que me hizo tiritar, luego besó mis manos. Siempre tenía ese efecto sobre mí, pero creo que nunca podría acostumbrarme, es como si pudiera tocar mi alma con solo una mirada, una mirada con esos ojos esmeralda que tanto adoraba- pero eso no quita que te merezcas un regalo fabuloso el día de tu cumpleaños – dijo finalmente con una sonrisa juguetona, como para alivianar el ambiente, ya que nos habíamos quedado mirando el uno al otro y nuestras miradas se volvían mas intensas cada vez.

Edward me acompañó hasta la puerta, habíamos estado paseando por el vecindario, como acostumbrábamos cada tarde, luego de tomar el té con su madre.

- Mi padre habrá permitido que realices una fiesta para mí, pero eso no quiere decir que me agrade la idea, sabes que soy muy torpe y lo más probable es que termine avergonzándote frente a todas tus amistades- dije mientras entrábamos al recibidor.

- Mi querida Bella, sabes que jamás dejaría que te avergonzaras, además estaré a tu lado siempre, no dejaré que nada te pase- sonrió como sólo él sabia hacerlo, esa sonrisa torcida que me volvía loca. A veces me avergonzaba de mis propios pensamientos, no podía esperar para ser su esposa.


Luego de saludar a mis padres, me abrazó fuertemente y me besó en la frente como solía hacerlo, un beso dulce y tierno, justo como es él. Lo miré irse hasta que su sombra no se vio más, entonces subí a mi habitación donde Emily, mi aya, me ayudo a acostarme. Soñé con él, como lo hacia casi todas las noches, según me cuenta mi aya, ya que me escucha hablar en sueños.

Al día siguiente me desperté muy temprano en la mañana, aun no amanecía, me preparé para ir a la escuela. Me pasé el día tratando de poner atención a mis clases, pero Edward era dueño de todos mis pensamientos. A finalizar el día, las religiosas nos guiaron a todas las chicas ordenadamente hacia la gran reja de la entrada.


-Bella, esperan por ti- dijo Ángela bajito, para que sólo yo oyera, con una voz que dejaba notar lo emocionada que esto la ponía.


Ángela había sido mi amiga desde muy pequeña, era muy sensata y no se preocupaba de andar chismeando como las demás chicas, eso me gustaba mucho de ella, era muy intuitiva sin embargo no le gustaba indagar en los problemas de los demás si sabia que no eran de su incumbencia. Ella supo desde el principio que me gustaba Edward y a pesar de que yo trataba de no hacerme muchas ilusiones, ella siempre me alentó, y fue quien se puso más feliz cundo le conté de nuestro noviazgo.

Edward me estaba esperando en su elegante automóvil en la entrada del establecimiento, sentí como la sonrisa se extendía por mi rostro al reconocerlo.


-¿Acaso puedo ser más afortunada?- le dije y ella rió de felicidad.


Iba vestido con un chaquetón largo de cuello alto, abierto, una fina camisa bajo el chaleco semi abotonado y su corbata de pañuelo. Estaba apoyado en el capot de su automóvil, mirando el reloj de bolsillo que sostenía en una mano mientras la otra reposaba en el bolsillo de su pantalón, y esperaba mi llegada.


Me despedí de Ángela y empecé a caminar hacia él, levantó la mirada y cuando sus ojos se encontraron con los míos todo el rostro se le ilumino, era simplemente hermoso, con su gorro de copa levemente inclinado hacia un lado, sus cabellos dorados se notaban alborotados en el lado que el gorro no cubría totalmente. Adoraba tocar esos cabellos, lo hacia cada vez que podía, era como una manía tratar de ordenarlos, lo cual al parecer es imposible. Su piel siempre tersa y blanca con un leve rubor por el frío en las mejillas, me hacían querer besarlas para entregarles un poco de calor. Obviamente no iba a hacerlo en público, no se vería bien en una mujer tan joven como yo, sin embargo eso no me impedía soñar. Edward era muy respetuoso conmigo, a veces demasiado, eran pocas las ocasiones que había tenido podido besar sus labios, y las veces que pasaba, era como tocar el cielo. Normalmente me besa en la frente, en las mejillas o en las manos, lo que no significa que no me quite un suspiro cada ves que sus labios tocan mi piel.


Tomó mis manos cuando estuve lo suficientemente cerca y las llevó a su rostro para besarlas. Sentí como el rubor subía a mis mejillas, el siempre me hacia sonrojar incluso con tan sólo mirarme. Me ayudó a subir al auto y luego subió él junto a mí. El chofer nos condujo hacia el centro de la ciudad, durante el transcurso del viaje su mano nunca soltó la mía, su pulgar dibujaba círculos en la palma de mi mano. No hablamos mucho, ya que fuimos mirando el paisaje, los árboles y campos que se veían de vez en cuando, iba sonriendo todo el tiempo porque sabía que Edward fingía ver el paisaje por mi ventana cuando en realidad me miraba a mí.

Ya en el centro caminamos por la plaza central entre los árboles de un verde casi tan magnifico como los ojos de Edward. El día estaba precioso, el sol brillaba en lo alto pero el calor no era abrasador, ya que, corría una leve brisa que refrescaba el ambiente.

Fuimos bromeando y riendo hasta una banca en el centro de la plaza, justo frente a la gran pileta. Los niños corrían de aquí para allá y sus risas se oían ir y venir.

En un momento de silencio lo miré a los ojos y estiré el brazo para acariciar su cabello que estaba aun más alborotado por la brisa, luego mi mano bajo hasta su mejilla y él puso su mano sobre la mía, se sentía tan bien.


- No tienes idea de cuánto te quiero Isabella Swan- sus palabras estaban cargadas de ternura.

- Solo sé que si me quieres tanto como yo a ti, seria mucho más de lo que podría merecer- dije con toda honestidad.

- Tú mereces eso y mucho más.

- No imagino la vida sin ti Edward- el solo hecho de imaginarlo me ponía la piel de gallina. Es que ahora que conocía el amor perfecto no podría encontrar nada que pudiera superarlo, si no es Edward nada mas podrá llenarme, él lo es todo.

- Yo jamás podría tener una vida sin ti Bella, porque si no estas, ya no seria vida- dijo con voz tan seria que me dejó sin palabras, sólo pude mirarlo a los ojos.

Me tomó la cara entre sus tiernas manos y la acercó a su rostro, cuando estuvimos separados por apenas unos centímetros me susurro a los labios.

- Te amo mi Bella- entonces presionó sus labios a los míos.


Su sabor era indescriptible, sus labios se amoldaban a los míos como si estuvieran hechos para estar unidos y se movían lentos como si temieran hacerme daño y aunque fuera suave, era tan apasionado que mis mejillas estaban encendidas y sentía calor en toda la cara.

Cuando nuestros labios se separaron sentía la cara roja, pero esta vez no me importó, era como si no hubiera nadie mas, sólo Edward y yo. Él tenia su frente apoyada en la mía, y sonreía de tal manera que me hacia sonreír a mi también, no había nadie que me hiciera tan feliz. Me miró con una mirada cómplice, vio hacia el lado por si alguien nos había observado y de improviso beso nuevamente mis labios, esta vez fue un beso fugaz, no me lo esperaba por lo que ambos reímos tiernamente. Sus ojos pasaban de mis ojos a mi boca como si realmente la deseara, pero se contuvo de besarme por tercera vez y simplemente acaricio mis rosadas mejillas.


Luego nos quedamos mirando el recorrido de los pájaros por el cielo, su brazo apretaba mi cintura junto a su costado, y mi cabeza descansaba placidamente en su hombro, hasta eso encajaban a la perfección.

Cuando la temperatura comenzó a bajar, caminamos de vuelta al coche que nos llevó a la casa de Edward, al llegar su madre salió a recibirnos.


- Edward querido, ¿dónde han estado?- dijo la señora Elizabeth mientras saludaba su único hijo- Mi querida Bella, pasa, debes estar congelándote, la temperatura comienza a bajar y no queremos que te resfríes- me dio un abrazo y abrió la puerta para que entráramos todos.

- Estuvimos paseando en la plaza, madre, se nos hizo un poco tarde, pero vinimos a acompañarte para el té- Edward ayudo a su madre a subir los escalones que daban a la puerta principal.


Su madre era una mujer muy dulce, actualmente ayudaba como voluntaria en el hospital, cuidando enfermos en lo que podía. Ella enviudó cuando Edward apenas era un niño. Edward padre, era un exitoso abogado, les dejó una gran fortuna y la Sra. Masen de ahí en adelante solo se preocupo por el bienestar y la crianza de su único hijo. Edward le estaba muy agradecido, por lo que siempre trataba de hacerla feliz hasta en los pequeños detalles como por ejemplo, acompañarla a tomar el té cada tarde.

-Pasemos a la salita, ya esta todo listo- dijo la Sra. Masen, y nos condujo por el corredor hasta la salita, tenía un gran bowindow que daba hacia la calle, con largas cortinas a ambos lados y cojines donde la Sra. Elizabeth se sentaba a bordar por las tardes.

Sobre una pequeña mesa redonda en una esquina de la habitación, había un par de finas tasas de té y pequeñas porciones de pasteles azucarados, mermeladas, leche y azúcar.

Junto a la mesa había dos delicadas sillas con cojines bordados seguramente por la misma madre de Edward.

La Sra. Masen y yo tomamos asiento junto a la mesa, Edward por su parte se sentó en un gran sillón de un solo cuerpo con un alto respaldo, que se ubicaba en la esquina contraria junto a un mesón en el cual reposaba un equipo de radio de los más modernos. Abrió un libro que descansaba sobre el mueble y comenzó a leer donde indicaba el marcador de paginas.


- Entonces Bella querida, le he dicho a Edward que debe invitar a la fiesta a sus superiores de la facultad de medicina, el director de la escuela estará encantado de asistir y conocer a la prometida del alumno mas aplicado de la facultad- dijo la madre de Edward con el orgullo a flor de piel- Además debemos enviarles invitaciones a los antiguos colegas de tu padre, sabes que les encantan las fiestas y siempre están felices de visitarnos- esta vez habló dirigiéndose a Edward, quien asintió sin quitar los ojos del libro.

- En cuanto al banquete, mi madre ha dicho que se hará cargo, ella conoce a los mejores reposteros, además ese mismo día ella y yo vendremos aquí temprano para ayudar en el orden, la organización y la recepción de los invitados- Me sentía a gusto de poder ayudar en lo que pudiera, ya era bastante de su parte que ofreciera hacer la fiesta en su casa, me sentía en deuda con ella.


Luego nos sumergimos en una conversación sobre el vestido que usaría, los guantes, el sombrero, los zapatos, la señora Elizabeth tenia tan buen gusto y siempre estaba feliz de ayudarme con lo que fuera. Me hacia regalos cada vez que me pillaba desprevenida, normalmente me negaba, pero siempre se salía con la suya, y finalmente me convencía de aceptar sus regalos, que por lo general era alguna fina prenda de importación.

Lo más importante de esta fiesta, no era sólo que fuera mi cumpleaños, sino que Edward iba a hacer público y oficial nuestro compromiso. Esa era la razón por la que finalmente accedí a que realizara la fiesta. Habrían importantes invitados como también amigas mías de la escuela. Me ponía muy nerviosa de sólo pensar en aquel día, pero aun faltan un par de meses, no hay razón para torturarme antes de tiempo.


-Aguarda aquí, debo mostrarte algo que vas a adorar- me dijo con mucho entusiasmo la madre de Edward.

La Sra. Elizabeth estaba muy feliz con lo del compromiso, ella adoraba ver que su hijo haubiera encontrado una buena mujer para que fuera su esposa, ya que ella se encontraba mayor y quería que su hijo quedara en buenas manos cuando ella no pudiera protegerlo más.

Un par de minutos después bajó las escaleras trayendo consigo un pequeño cofre de nácar, cuando llegó lo puso sobre la mesa.

-Debes probártelo, así sabremos como te queda, ya que en el caso de que haya que mandarlo a ajustar, debemos hacerlo con tiempo- habló casi para si misma como perdida en sus pensamientos.


Yo me quedé helada, sabia perfectamente que iba a comprometerme con Edward pero no habíamos hablado nunca sobre el anillo, de hecho, casi había olvidado la importancia del añillo en el asunto, pero ahora estaba frente a mí en un pequeño cofre y tuve temor de abrirlo.

Entonces sentí unas tibias manos posarse sobre mis hombros, miré hacia arriba y me encontré con un sonriente Edward al que los ojos le brillaban de felicidad, se arrodilló junto a mí, tomó el cofre en sus manos y lo abrió frente a mis ojos, rebelando su contenido.

Una bellísima pieza de joyería, un anillo antiquísimo de oro envejecido y diamantes incrustados, Edward lo tomó en sus manos y dejo el cofre sobre la mesa, tomó mi mano izquierda y deslizo el hermosísimo anillo por mi dedo anular.

Encajaba perfecto, no pude hacer más que sonreír mientras sentía que mis ojos se humedecían de lágrimas, Edward besó mi mano, luego se puso de pie, tomo mi mentón con su mano y me beso en los labios, mientras su madre aplaudía de felicidad.

¿Quién dijo que la vida no puede ser perfecta?


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